La Economía en 2021, la danza de los adivinadores

Los economistas han previsto 9 de las últimas 5 recesiones
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El tábano economista

Debo haber escrito al menos seis artículos de burla y distinción entre predicciones y pronósticos económicos, estos últimos realmente cómicos. Los clarividentes y adivinadores siempre han existido. En ferias, en películas, en cuentos, en periódicos y organismos internacionales. Personajes peculiares que son la vívida imagen de nuestra inseguridad, de nuestro deseo de certeza, de nuestra necesidad de dejar atrás la incertidumbre. Muchas suposiciones, poca objetividad.

Se manejan como la metáfora del escritor ruso Antón Chejov: si en el primer acto de una obra se expone un arma de fuego en la pared de la escenografía, resultará inevitable su utilización posterior. O sea, si todos predicen que la economía crecerá, se generará una sensación de augurio, un presentimiento de prosperidad. La mayoría de las veces los pronósticos son intencionalmente sesgados, lo que los conduce a resultados absolutamente erróneos. Estos ilusionistas económicos, garantes del estatus quo, en su inmensa mayoría rentados, nunca pegan una.

Lo interesante es que después de un desafortunado 2019 se pronosticaba un funesto y hasta recesivo año 2020, sin pandemia a la vista por supuesto, por imperio exclusivo y absoluto de las espantosas políticas económicas. Se aplica entonces la regla periódica de ignorar los groseros errores de pronósticos económicos anteriores. Para tener en cuenta antes de escuchar los cantos de sirenas, en el 2020 solo tres economías evitaron la recesión: China, Vietnam y Taiwán. 

La necesidad de un repunte económico ya es inaplazable, así que los cañones estarán dirigidos al restablecimiento de la normalidad económica, por lo que los pronósticos serán necesariamente  halagüeños, prometedores. En el 2021 la economía va a tener lo que se llama un rebote estadístico o numérico, que no tiene que aplicar, de hecho, no lo hará, en el bolsillo de la gente. En criollo, mejores números no implican mayores ingresos. Esa es la idea del relato de un futuro bienestar: si en el 2019 se tenía un PBI de, pongamos, 100 puntos y en el 2020 bajó a 90 puntos, es decir, cayó un 10%, la idea de rebote estadístico sostiene que en el 2021 la expansión lo llevará a 95 puntos, un ambicioso crecimiento de 5.5%, pero muy lejos del 100 original antes de la recesión, momento en el que se estaba ciertamente muy mal.  

En los pronósticos del Banco Mundial se destaca una caída de la economía mundial del -4,3% para el 2020 y una recuperación del 4% para el 2021. Pero como la pandemia ha causado un gran número de muertes y enfermedades y, de hecho, sumido a millones de personas en la pobreza, todavía puede deprimir la actividad económica y los ingresos durante un período prolongado.

Es decir, el supuesto que mantiene un anhelado repunte económico en el corto plazo se centra en que la distribución de la vacuna sea rápida y amplia, lo que presume que la mayoría de los países se recuperarán este año. Se estima que el PIB real crecerá, las tasas de desempleo comenzarán a disminuir y el gasto de los consumidores se recuperará, si y solo si, la población es vacunada, hecho imposible de alcanzar al menos hasta mediado de año. Pero en un escenario negativo, en el que los contagios sigan aumentando y se retrase la distribución de las vacunas, la expansión mundial podría limitarse a un austero 1,6 % en 2021.

A primera vista, los esfuerzos por engaños predictivos alentadores no llegan a buen puerto. Los pronósticos para Estados Unidos son de una expansión del 3,5 % en 2021, después de una contracción estimada del 3,6 % en 2020. En la zona del euro se prevé que la producción crezca este año un 3,6 %, tras un descenso del 7,4 % en 2020. La actividad en Japón, que se redujo en un 5,3 % en el año que acaba de terminar, se estima que crezca un 2,5 % en 2021. Para la región latinoamericana y caribeña esas proyecciones destacan una caída del -6,9% para el 2020 y una recuperación del 3,7% para el 2021.

Al desagregar la información destacan las tres economías más grandes de la región: Brasil, México y Argentina. Para Brasil los datos indican una caída en el 2020 del -4,5%; para México del -9% y para la Argentina del -10,6%. Las recuperaciones son del 3%, del 3,7% y del 4,9% respectivamente, para el 2021 y para el 2022 remite a un 2,5%, 2,6% y 1,9%, en el mismo orden. Se confirma un proceso de lenta recuperación, lo que augura dificultades socio económicas y la perspectiva de conflictos sociales.

Todo parece apuntar a que puede repetirse lo que ocurrió en el pasado con otras crisis graves, con efectos adversos de larga duración para la actividad mundial. Es probable que la desaceleración del crecimiento mundial prevista para el próximo decenio empeore debido a la falta de inversiones, el subempleo y la disminución de la fuerza de trabajo en muchas economías avanzadas.

Si la historia puede servir de referencia, la economía mundial se dirige hacia un decenio desalentador en materia de crecimiento. Hasta la crisis del 2008 la economía mundial crecía a una tasa del 3%, con posterioridad a la misma esa tasa descendió al 1.8% en promedio anual, lo que deja entrever que la economía mundial no alcanzara los ya de por si magros niveles anteriores al Covid-19.

Aunque aleatorios, estos datos permiten predecir que la economía mundial no tendrá una recuperación en forma de V, sino más bien la de una raíz cuadrada invertida como muestra el gráfico, en el cual el rebote estadístico mencionado mostraría crecimiento comparado con el cementerio que fue la economía en 2020. Pero dado el impacto en el empleo, los salarios y el comercio, la recuperación será mucho más lenta y pausada, en caso que todo marche sobre ruedas, y ni siquiera el dibujo será como muestra el gráfico sino que se asemejará a una línea horizontal, o más bien horizontal con forma de serrucho, siempre y cuando se proporcione una vacunación generalizada y efectiva.

El Tábano Economista

La pandemia ha exacerbado enormemente los riesgos de la deuda en los mercados emergentes y las economías en desarrollo, tanto estatales como privadas; es probable que las débiles perspectivas de crecimiento aumenten aún más la carga de la deuda y erosionen la capacidad de devolución de servicio. Pero una de los aspectos más llamativos, que se filtran cotidianamente, es la visión de los Organismos. David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial, decia: “Para superar los impactos de la pandemia y contrarrestar los factores adversos que afectan las inversiones, es necesario dar un gran impulso a la mejora del entorno empresarial, aumentar la flexibilidad del mercado laboral y de productos, y reforzar la transparencia y la gobernanza”.

Cada vez con mayor nitidez se comienza a despejar la idea, que floreció en medio de la pandemia, de que se podían flexibilizar las políticas económicas e implementar mecanismos heterodoxos para su funcionamiento. Lo que se está viendo es el mismo discurso implementado por la escuela monetarista de Chicago, llamado “el consenso de Washington”, cuya idea central pasa por la apertura del comercio, las finanzas, la desregulación, la privatización, la flexibilidad laboral, la disminución del gasto público y de los impuestos, y la inversión extranjera. Sólo la parte de la privatización, tan recordada en América Latina, quedó oculta, por el momento, las demás cada día cobran mayor vitalidad, desde los medios o desde los organismos internacionales con aceptación estatal.

La globalización se quebró por el lado de la regionalización exclusivamente, como consecuencia de la caída del comercio y del incierto funcionamiento de la cadena de suministros. Lo que no parece haber sufrido con la pandemia, sino se afianzó con ella, es la financiarización de la economía mundial y sus componentes: la desregulación y el desmantelamiento del sistema nacional de control de cambio y la creación e impulso de un mercado de capitales único. La desintermediación, la financiación de empresas y Estados por medio de emisión de títulos; un sistema financiero que vive de financiar al Estado.

Por último, la liberalización elimina las fronteras nacionales; no hay límite para la especulación. Las finanzas y la moneda se confunden, hay continuo zapping entre una y otra; de hecho, ambas soportan la especulación en base al incalculable déficit estatal, que disminuye gracias a la privatización, para que ganen los privados, o se mantiene el desequilibrio presupuestario y hay que cubrirlo, dándole de comer al sistema financiero. Brillante.