Entrevista a Pascual Serrano

“No puede ser que bajo el paraguas de la libertad de expresión la mentira quede impune”

Pascual Serrano (Valencia, 1964) es periodista, fundador de rebelión.org, colaborador de Le Monde Diplomatique, autor de más de veinte ensayos sobre periodismo y comunicación, un referente en los medios de información alternativa en castellano, alguien que cree que el verdadero peligro de la libertad de expresión está en quienes mienten impunemente y que visitó Coruña esta semana para participar en una de las charlas, la tercera, de Cooperación Expandida, en la que sostuvo una idea: “creemos que estamos informados, pero no lo estamos, porque los grandes medios de comunicación no nos informan con la complejidad, la pluralidad y los matices que requiere la actualidad”.

“No puede ser que bajo el paraguas de la libertad de expresión la mentira quede impune”
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Pascual Serrano

- ¿Qué opinión le merece la cobertura mediática del conflicto en Cataluña?

- Suelo decir que la desinformación viene por problemas estructurales y por problemas editoriales. En este caso, predominan los problemas editoriales. Es decir, unos grupos de comunicación que se convierten en militancia de una determinada tesis. Ocurre en los medios estatales y también en los catalanes. Es un tema muy emotivo para la ciudadanía y también lo termina siendo para los medios. En el caso de Cataluña si tenemos cierta idea de la complejidad y los matices. Cosa que no conocemos, por las simplificaciones con las que se juega, en asuntos como Venezuela o los transgénicos, por ejemplo. La dificultad viene de que nos encontramos con unas militancias muy claras. Y los que peor están quedando en este sentido son los medios públicos. Están actuando un poco como las policías. La Policía Nacional y los Mossos, que aplican la ley que dicta quien les paga.

- ¿En dónde se encuentra información ‘de verdad’ sobre lo que está pasando?

- Más que en los medios, estaría en personas legitimadas. Gente que sabe de lo que habla. No los editoriales de los periódicos. Por ejemplo, se está hablando si son o no son presos políticos los líderes encarcelados. Yo buscaría las opiniones de asociaciones internacionales o personas de prestigio. Y después no está demás hacer análisis comparativos. Otro ejemplo: esos que decían que el gobierno venezolano debía de hablar con la oposición a
pesar de que el gobierno venezolano tenía a su favor la ley son los que ahora dicen que como el gobierno español tiene a su favor la ley no tienen que hablar con nadie.

- ¿Cree que la crisis ha exasperado la producción de mentiras por los grandes medios?

- Creo que lo que ha pasado en los últimos años tiene que ver con una cuestión coyuntural que ha afectado al funcionamiento de la prensa. Lo que ha pasado en estos años es que se ha roto el oligopolio tradicional que disfrutaban unas cuantas empresas en los quioscos como consecuencia de Internet, los cambios tecnológicos y también de una gran cantidad de periodistas que han salido de los medios tradicionales y que ahora son más pobres, pero más libres. Eso ha derrumbado el oligopolio.

- ¿Piensa que los medios digitales pueden afectar al oligopolio?

- Estos medios no son aquellos alternativos de los que yo participé hace veinte años. Son periodismo. Han roto un paradigma. Si te paras a pensar, ¿cuántos temas que hoy se abordan con pluralidad se hubieran abordado hace quince años? Son temas que han entrado en la agenda y ya no pueden abordarse desde un único punto de vista. Es impresionante lo que ha aumentado la pluralidad informativa.

- Me refiero a si esos medios son capaces de llegar a la población de forma masiva como lo sigue haciendo el oligopolio. En especial, desde la televisión.

- No sé hacia dónde irán los modelos de radio y televisión. Pero la televisión tradicional se acabará. Los jóvenes ya no la ven. Ni la gente se preocupa de mirar a qué hora ponen esto o lo otro en la tele. Ahora están las redes. Sobre todo entre los jóvenes. Hablaba del derrumbe del oligopolio también en el sentido de que los periódicos en papel ya no marcan los liderazgos de opinión. El papel en el quiosco es irrelevante, los nuevos medios ya no compiten ahí.

- ¿Acabará por desaparecer el papel?

- Lo que desaparecerá será el quiosco; no el papel. Puedes seguir editando en papel, pero necesitarás otros canales para llegar a la gente. Hoy en día, el correo puede ser un buen canal para una publicación mensual, pero no para un semanal ni siquiera para un quincenal.

- Nos siguen colando mentiras, ¿más o menos que antes de esa revolución en la Red?

- Nos las cuelan siempre. Pero ha pasado algo: ahora nosotros también podemos mentir. Quizá no se haya democratizado la información, pero sí la desinformación. Por nosotros me refiero a la base… Hasta ahora sólo podían mentir ellos en sus grandes medios. Ahora el desmierde es total. Un caos. Ahora mienten las redes, salen imágenes falsas de la represión. No puede ser que bajo el paraguas de la libertad de expresión la mentira quede
impune.

- ¿Y cómo se organiza eso: ese castigo a la mentira?

- No se puede regular desde la ética periodística. No es eso. Quien hace mal su trabajo debe ser responsable. Habría que hacer una legislación que regulara estas cuestiones. Hay determinadas cosas que son mentira y deberían sancionarse. No se trata de limitar la libertad de expresión de alguien, si no de actuar contra alguien que pretende engañar a miles o cientos de miles de personas. Si desinformar no es delito, entonces estaremos
creando una sociedad desinformada.

- De acuerdo, hay libertad para mentir, pero no para hacer chistes sobre Carrero Blanco o mentar a ETA.

- El problema es que no se quiere regenerar el periodismo. Hay un poder fáctico que son los grandes grupos de comunicación que impedirán que desde el Estado se pueda actuar contra alguno de sus medios por engañar y mentir. Ahí hablan de libertad de expresión, pero están encantados en que se actúe contra ciudadanas o ciudadanos. Se está hablando de exigir a Twitter y a Facebook que controlen las mentiras que se vierten en sus redes… ¡anda! ¿Y El País? Habría que actuar contra la mentira en cualquier sitio. A ese periodismo no le preocupa que un fotógrafo acabe en la cárcel por sacar una foto de unos policías pegando a la gente en una manifestación porque ese no es su periodismo. En Ecuador, el lobby ha llegado a calificar de ataque a la libertad de expresión un decreto del gobierno que pretendía una subida del salario mínimo de los periodistas… Ellos son los que siempre
plantean los códigos éticos como reguladores. Pero en el capitalismo sólo hay un código: que lo que tú hagas le guste a tu jefe porque si no mañana no trabajas.

- En sus artículos habla muchas veces de la experiencia de América Latina, donde el debate sobre el derecho a la información está en la ciudadanía porque allí los gobiernos se tuvieron que enfrentar a grandes grupos de comunicación. Aquí no hay ese debate ni ese enfrentamiento.

- No lo ha habido porque los grandes medios ya gobernaban. Aquí no necesitaron dar esa batalla. En países de América Latina se han hecho cosas interesantes respecto al derecho a la información, como limitar los oligopolios, prohibir los bancos en el accionariado de los medios o repartos equitativos en licencias de radio y televisión entre lo público, lo privado y lo comunitario. Eso aquí hoy es impensable. Pienso, por ejemplo, que Podemos tiene la
voluntad de cambiar las cosas. Quizá les falte audacia, pero lo que les falta sobre todo el apoyo social. Nuestra ciudadanía todavía piensa que más recursos para los medios públicos es un derroche para hacer propaganda política. También se cree eso de que cualquier actuación contra la mentira y el engaño es un ataque a la libertad de expresión.

- ¿Ha descubierto algún modelo de negocio de prensa en Internet que funcione en diferentes contextos?

- En mi libro La prensa ha muerto, ¡viva la prensa! analizo varias experiencias. Cada una ha funcionado o no por razones diferentes. Hay fórmulas impensables aquí, como el de una revista en EE.UU. que ofrece un crucero con todos los popes de la izquierda y la gente paga por estar dos semanas dándole la turra; o el caso de Il Manifesto en Italia que estaba quebrado y decidió cobrar el periódico un día a 50 euros o así y sus lectores respondieron… Hay otras experiencias en que movimientos sociales pusieron su dinero en un medio y, ¡ojo!, luego dejaron hacer. En el Estado español hay casos interesantes. El diario.es es uno de ellos. Como reza su eslogan, usted paga no por el reportaje, si no para que el reportaje exista. Hay público pagando por algo que podrían tener gratis. Todos los modelos son valiosos en la medida en que ya no dependen de grandes connivencias políticas ni grandes accionistas ni grandes anunciantes con los que tenías que llevarte bien para que tu proyecto fuera viable.

- Advierte usted de que este es un periodismo más libre, pero también reconoce que es más pobre…

- En periodismo pasa algo que no pasa en otros empleos: ni siquiera podemos hacer ricos a nuestros empresarios. Nadie se hace rico. Ni siquiera servimos para que nos exploten.

- ¿Entonces…?

- Entonces hay que apelar a la ciudadanía y hacerle entender que estos medios son necesarios, que un periodismo libre y una sociedad bien informada sólo se conseguirá cuando la gente realmente los apoye.

“No puede ser que bajo el paraguas de la libertad de expresión la mentira quede impune”