Alcoholismo

El alcohólico extranjero

Mi nombre es Tim. Tengo 59 años y soy del Reino Unido. Llegué a España en 1990 con sueños de hacer una nueva vida, en la que ya no iba a haber las borracheras brutales que estaban empezando a formar parte de mi vida.

El alcohólico extranjero
Tim
Tim

De hecho, vine a España con la esperanza de que, con un nuevo principio, nuevo país, nuevos amigos, nuevo todo, de una manera las cosas fueran a cambiar, que todo fuera diferente, que yo no bebiera tanto...

No sabía entonces que el problema no era el lugar, ni el estrés, ni la pareja, ni nada externo, sino algo que yo padecía, lo que hoy en día entiendo como una enfermedad, en la que buscaba pretextos para beber, que siempre encontraba.¿Hace calor? Una cerveza.¿Hace frío? Un carajillo.¿Aburrido? Unas cañas.¿Estresado? Un cubata para relajarse... Luego venía lo más cruel de ser alcohólico. Con esa primera copa, se me despertaba un deseo irrefrenable de seguir bebiendo, hasta emborracharme en muchas ocasiones.

Pronto descubrí que España no iba a ser la solución a mis problemas con el alcohol. Tuve mucha suerte, encontré trabajo, una pareja, ganaba dinero, hice amigos españoles e ingleses, pero aún así, cuando llegaba la oportunidad o el pretexto, estaba con la primera copa en la mano, ya programado para otra noche de borrachera.

Visto de fuera, mucha gente de entonces hubieran visto un hombre de fuera, educado, trabajador, divertido, hasta simpático en ocasiones, pero lo que no sabían era que en casa bebía tanto que a veces acababa tirado en el suelo con golpes en el cuerpo por las caídas contra los muebles. Tampoco sabían que la desesperación por no saber que me pasaba con el alcohol me estaba llevando al borde de suicidio.

Un día intenté solucionar el problema buscando ayuda. Nada funcionó. Gasté una fortuna en clínicas privadas, psiquiatras, psicólogos, medicación. Algo para poner fin al infierno en que me veía metido, pero dos meses sin beber, y un día, un gin tonic para la indigestión que sentía ese día, y otra vez borracho, de tal grado que mi pareja de entonces tuvo que llamar un ambulancia. De ahí sólo era cuestión de tiempo: la pareja me dejó, me echó de nuestra casa, los clientes de traducciones y mis alumnos se apartaron de mi, no era de confianza ya, los amigos se alejaban de mi, y yo de ellos. Yo ya tenía ataques de amnesia alcohólica de no me acordaba de días enteros, también delirios visuales y auditivos. Yo quería morir, pero tenía miedo a apretar el gatillo.

Un día, me enteré de la existencia de un Grupo 24 Horas de AA, y como yo ya me enfrentaba con vivir en la calle, fui a ver que había. Por primera vez en mi vida escuché personas hablando mi lenguaje: la sensación constante de vergüenza por ser borracho y no querer serlo, las resacas que casi acababan contigo, las relaciones fracasadas, las mentiras... Y luego un mensaje sencillo, existe una solución.

Ese día tomé lo que fue la primera decisión sensata de mi vida. Me quedé en AA y desde entonces no he vuelto a beber. Lo irónico de mi nueva vida es que cuando llegué a AA quería morir, y ahora tengo miedo a la muerte, porque quiero vivir tanto, me encanta la vida que llevo, sin beber, contento y en paz conmigo.

El alcoholismo es un problema de salud, no de vergüenza. Puede tocar a cualquiera: joven, mayor, mujer, hombre, pobre, rico...

Si crees que tienes problemas con la bebida o conoces a alguien que crees que puede tenerlos, llámanos al 981 13 47 91, o ven a informarte sin obligación alguna a:Calle Ramón Menéndez Pidal 3 bajo 15007 - A Coruña.

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