Estados Unidos

Trump, síntoma de la crisis y decadencia del viejo imperialismo

El reciente proceso electoral norteamericano de noviembre del 2016 dio como resultado el triunfo del candidato más detestado por los medios de comunicación norteamericanos y de las cadenas mundiales, quienes vaticinaron junto con las encuestadoras tradicionales el inevitable triunfo de Hilary Clinton.  Sin embargo, los resultados cayeron como un golpe en la cabeza del sistema neoliberal y sus exponentes; con un resultado para ellos inesperado y sorprendente, descubriéndose la realidad de las poblaciones marginadas y descontentas con los tradicionales partidos Demócrata y Republicano, que gobernaron en los últimos 45 años.

Trump, síntoma de la crisis y decadencia del viejo imperialismo
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Trump,Rocosas | Imagen de Rafa Edwarda

Pressenza | Lima (Perú) | Francisco del Carpio Jordán | 21/01/2017

Donald Trump es la expresión de un desorden bajo los rascacielos del envejecido imperialismo, que pretendió un apogeo imperial planetario, después de la caída del otro lado del sistema, de nominación socialista-comunista. Limitado posteriormente por el surgimiento de las economías emergentes y la multipolaridad. Paradójicamente los gobiernos que sucedieron a Nixon después del 1971, tomaron una dirección contraria a una hegemonía real y consistente; desde entonces se acrecentó el monetarismo y el predominio de la banca financiera especulativa; dejando paulatinamente atrás al capital productivo, con el consecuente deterioro, reducción, paro y desmontaje de significativas áreas productivas (en los últimos 15 años, 60 mil fábricas cerraron y 6 millones perdieron trabajo); consecuentemente aumentaron los desocupados, empobrecidos y descontentos; realidad que los medios de comunicación y los políticos de la dupla de la “Democracia perfecta” nunca quisieron reconocer ni divulgar. Este desorden se expresa en una crisis económica, política y social.

El momento actual es antecedido  por la crisis económica global en los años 1998-1999, con las expresiones de las crisis asiáticas, México y Brasil; Estados Unidos avanzaba en su pujante  sistema monetarista y con los consecuentes efectos críticos y declinantes de la más grande economía del mundo. Hasta esta última década del siglo XX, para muchos parecía que la crisis caminaba por otros confines; sin embargo, las bases de la gran crisis del 2008, estuvieron en camino desde la década del 70 y con mayor impulso en la del 90, llegando a su apogeo al eclosionar en el terremoto financiero mundial, con epicentro en Estados Unidos.

La crisis del 2008 es aparentemente superada, con la reparación del sistema crediticio, pero sin tomar medidas básicas en la economía real. La política estatista de salvataje bancario, no solamente “salvaron” sino que incrementaron la riqueza financiera de la banca, pero no salvaron a quienes perdieron sus viviendas hipotecadas y perdieron el dinero pagado a la misma. Sin embargo la deuda doméstica sigue en aumento desde el 2010 al 2016 con el crecimiento de la burbuja hipotecaria, endeudamiento para el  automóvil y de los  créditos  estudiantiles. Se han sembrado suficientes vientos como para que las tempestades vayan llegando.

Los medios de comunicación norteamericanos desarrollaron una campaña orientada a resaltar las grotescas declaraciones de Donald Trump acerca de los migrantes, el muro de México (que ya fue construido por sus antecesores, solamente falta un tramo) y alentaron fobias hacia un virtual enemigo como Rusia, ignorando u ocultando los planteamientos centrales del mismo: frente al modelo económico predominantemente monetarista y el dominio de la banca financiera especulativa, la propuesta del desarrollo productivo la recuperación del aparato industrial y el desarrollo de una gran infraestructura, el emplazamiento a los especuladores y corredores de Wall Street, el restablecimiento de la ley Glass-Steagall aprobada en 1933. El restablecimiento de una alianza con Rusia para combatir el estado islámico y retirar a sus jóvenes de todos los focos de guerra creados en los últimos 16 años. Podríamos estar frente a un nacionalismo populista o simplemente ante un oportunista que aparece con facilidad circunstancial en una coyuntura de crisis general y de agotamiento de los partidos tradicionales.

Analistas de diversos lugares, enfocaron sus elaboraciones (tanto antes como después de las elecciones) en indicadores y referentes conocidos hasta el momento, como los dos partidos hegemónicos de Estados Unidos (los demócratas y republicanos), alabando sus gestiones alternantes como exitosas, en particular la gestión de Obama-Hilary Clinton como una de las mejores; ocultando y falseando la información de la real situación de la economía norteamericana, la cual es deficitaria con una elevada deuda externa, un aparato productivo en permanente desmantelamiento y un descontento social creciente.  Así mismo, se mantuvo y se toleró el racismo expresándose en más agresiones y asesinatos por parte de la policía durante el gobierno de Obama, se incrementó la  expulsión de migrantes indocumentados  y el auspicio de cinco guerras y varios intentos de golpes de estado en América latina; habiendo sido Hilary Clinton y Obama los más peligrosos halcones con discursos demagógicos y mentirosas. El brillo del gobierno de Obama se expresa en el matrimonio igualitario, la apertura de relaciones con Cuba, un limitado seguro de salud mejorado, ratificó el acuerdo del clima en París, el incremento de elevadas cifras de empleos a tiempo parcial y contratos por servicios que, alaban quienes lo admiran como el mejor presidente de los últimos tiempos, tal vez el mejor presidente de los peores y a su vez el “premio nobel de la Paz” que más guerras y destrucción ha provocado en el mundo. Obama y sus antecesores gobernaron en contra de los intereses de Estados Unidos, siendo peones del paraestado de las corporaciones.

Dentro de la lógica de dos partidos poderosos de un aparente sistema democrático perfecto, tenía necesariamente que ganar Hilary Clinton.  Los resultados sorprendieron como el ladrón en la noche que les quitó la victoria electoral que tenía que ser solamente suya. Se hizo evidente la hipocresía de los “políticos” y de los exponentes de estos partidos en particular del demócrata, que se escandalizaban de las bravatas de Trump cuando ellos sin esas declaraciones hicieron acciones más terribles del discurso del candidato triunfante. Como siempre (por mucho tiempo) lo controlaban todo, estos resultados han salido fuera del control y expresan la crisis institucional social y política, de un sistema en decadencia. La votación de noviembre ha sido de rechazo, no tanto de apoyo al controvertido personaje candidato, sino de rechazo a 50 años de monetarismo y 16 de gobiernos (Bush Y Obama) que gobernaron a favor de las corporaciones, del 1% que acrecientan la riqueza y en contra de la nación  y el pueblo norteamericano.

Consiguientemente estos resultados expresan también un movimiento de descontento social, significativo y creciente, un movimiento de conciencias que ya tuvo sus antecedentes en Occupy Wall Street, y protesta social de indignados que los medios de comunicación ocultaron sistemáticamente. Resaltan los siguientes elementos:

  • El descontento social de millones de norteamericanos blancos que perdieron el trabajo, y de otro sector de la población que perdió su casa y su empleo después de la estafa de la burbuja inmobiliaria.
  • El movimiento de conciencias se expresa en el rechazo a la corrupción de los gobernantes, al reconocimiento del rol del sistema bancario especulativo que succionan riqueza a la gente con el apoyo de los gobernantes. Ciudadanos que despertaron del “sueño americano”: trabajo seguro, casa, auto, familia confortable y pago de impuestos,
  • Expresa la ruptura del bipartidismo de los dos partidos tradicionales, expresiones de las grandes corporaciones de la banca especulativa, el negocio de las armas, los medicamentos y el narcotráfico S.A.
  • El rechazo al sistema de guerras y el peligro de confrontación con Rusia, expresadas en declaraciones provocativas de Hilary Clinton durante la campaña electoral.
  • Expectativas de una eficaz lucha contra el terrorismo.

Trump fue un candidato atípico, quien compitió en patente republicana y con propuestas singulares, la mayoría de los republicanos no lo apoyaron, porque no lucía un programa alineado al establishment, como fue tanto con Reagan, Bush Y Obama. Es importante destacar que casi todas las propuestas provienen de agrupaciones de intelectuales nacionalistas como los del Instituto Schiller. Aún no sabemos si tomara definitivamente todas o algunas de esas propuestas o simplemente cabalgará con galope propio  pero en la dirección del poder de otras corporaciones.

El ahora electo presidente, tendrá que gobernar con los republicanos, quienes son  mayoría en ambas cámaras, lo cual podría conducir a distintas alternativas de dirección que tome el gobierno triunfante: Por un lado Trump podría tranzar con la mayoría republicana y gobernar al estilo Bush y Reagan.  Otra dirección que podría tomar siendo consecuente con sus propuestas económicas y de política internacional, para lo cual, tendría que pasar por disputar los procedimientos administrativos y los límites de las prerrogativas presidenciales.  Y una tercera dirección conciliadora pero favorable al sistema y a republicanos y demócratas, seria incorporar algunas propuestas económicas temporales y no transcendentales, tal vez moderar las intervenciones y el trato con Rusia.

Este periodo tempestuoso y transitorio, con un controvertido presidente, se van afirmando algunas tendencias, como la persistencia en presionar a la inversión productiva como la de algunas automovilísticas, en el trato de los migrantes ilegales y el muro con México, las declaraciones favorables hacia Rusia y  al mismo tiempo declaraciones en contra de China, como la provocativa relación con Taiwán( llamada telefónica a la Presidenta), considerando que entre Rusia y China existen acuerdos diversos, además son integrantes de los BRICS. No sabemos si cumplirá o podrá con la  revisión de los TLC, que son nocivas para los tratantes y favorables para las corporaciones transnacionales. Las promesas electorales y las expectativas de la gente podrían quedarse en el camino cada vez que el nuevo gobierno  tome decisiones en una u otra dirección. Sin embrago de aquí para adelante los huracanes tradicionales del norte  serán sociales y políticos

Estados Unidos tiene necesidad y derecho de arreglar su economía y superar la crisis, tanto para dar satisfacción a sus poblaciones afectadas por la banca y por el paro, como para pretender recuperar su potencialidad productiva, de lo contrario puede devenir en una gran nación tercermundista envuelta en un caos destructivo y guerras a discreción. El racismo latente y evidente puede ser alentado por el nuevo régimen, constituye uno de sus aspectos negativos. D.Trump caminará en alguna dirección de las previstas, sin embargo es conveniente recordar que la globalización ya fracasó a finales del siglo pasado, mientras los globalizadores han persistido en imponer un paraestado global que van aplanando estados, naciones y culturas al antojo de sus planes centralizadores, totalitarios  y de control de recursos naturales, tecnologías, medios de comunicación, mercados y militarizaciones en nombre de la democracia y la amenaza  de los estados centrales protegidos.

Las poblaciones maltratadas de usa y todas partes del mundo reclaman que sus gobiernos asuman el desarrollo humano integral de sus naciones y países, el respeto a la diversidad cultural, trabajo y oportunidades para todos, la supresión de Wall Street y de los organismos financieros  como  el FMI, BM, etc. y la anulación de las guerras;  la cooperación entra los países para lograr el desarrollo de todas las áreas del mundo, en particular las más deprimidas en proyección a la Nación Humana Universal.

Trump, síntoma de la crisis y decadencia del viejo imperialismo