Desacierto de diagnóstico

Estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros (Groucho Marx)
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Fuga de capitales

El tábano economista

Los economistas heterodoxos tienen algo en común, su eterno rechazo por la teoría dominante. Por lo tanto, toda política económica disonante con la partitura hegemónica será tomada como heterodoxa. También deberíamos suponer que, ante la crisis económica social generada por la pandemia y las gravísimas consecuencias de la ejecución de políticas de austeridad neoliberales, los gobiernos del sur global se inclinarían por un pensamiento crítico como salida evidente.

Durante la década pasada muchos gobiernos populares dieron la impresión y generaron el espacio de discusión para la implementación de políticas económicas diferentes en pos de obtener resultados opuestos. Lo extraño es que América Latina en la actualidad, en especial Argentina, se están ejecutando medidas de austeridad muy similares a las realizadas por el gobierno de Lula en el primer año de su mandato, esperando que los resultados sean los producidos con posterioridad en Brasil, ante un panorama mundial totalmente diferente.

Brasil fue el blanco de un avasallador ataque especulativo, que tenía como pretexto un acontecimiento político trascendental, las elecciones presidenciales del año 2002, con posibilidades que se eligiera como presidente a un candidato político de izquierda. La perspectiva de elección de un político perteneciente a un partido que a lo largo de su historia mantuvo discursos opuestos a la subordinación de los organismos internacionales constituyó el pretexto ideal para que el “mercado” desplegara su ataque especulativo, con dos pretensiones básicas: disciplina al futuro presidente y obtener beneficios en el intento.

Pusimos “mercado” entre comillas porque se limita a la actuación de un grupo bien definido de fondos de inversiones, sectores exportadores y de bancos comerciales brasileños, cuyo objeto de actuación y mecanismos de concebir lucro radican precisamente en la creación de volatilidad en los mercados financieros, especialmente el cambiario, exactamente igual que la Argentina. Idénticos fondos ingresaron a la Argentina 14 años después del 2002, para beneficiarse con especulación del carry trade. Extrañamente, en la actualidad la prensa económica con complicidad del gobierno que los denomina, fondos atrapado en pesos, como si el país fuera una cárcel, la especulación no diera pérdida y su salida en dólares fuera un signo de previsibilidad.

Para calmar al “mercado”, entonces, el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, se podría leer Mauricio Macri, volvió a recurrir al Fondo Monetario Internacional, firmando un nuevo acuerdo que preveía préstamos del orden de U$S 30.000 millones de dólares para Brasil. El nuevo Gobierno ampliaría y naturalmente respetaría las condiciones habituales del Fondo que en este y todos los casos son: superávit fiscal (fijado en este caso en el 4,25% del PIB), metas de inflación más Reformas Estructurales.

Antes de llegar a la presidencia el candidato del Partido de los Trabajadores para calmar a los mercados y dejar pactado la continuidad de la política económica, en forma conjunta con todos los candidatos, firmaron un documento donde se comprometían a cumplir los acuerdos asumidos por el Gobierno vigente con el FMI. El documento del entonces candidato Lula se denominó “Carta a los brasileños”. Como se ve una emboscada de manual del FMI, afianzó el grado de dirigismo y condicionamiento por parte del establishment a los candidatos, semejante al condicionamiento del establishment y FMI al gobierno actual de Argentina.

Cuando Lula fue elegido, su primer año de políticas económicas dejo helada a la izquierda y perpleja a la derecha al escoger a la flor y nata del pensamiento económico conservador. Para la dirección del Banco Central de Brasil fue escogido Henrique Meirelles un hombre de la Universidad de Harvard, del Bank of Boston que estuvo 10 años como presidente del Banco Central de Brasil con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva para después ser Ministro de Hacienda con el golpista de Michel Temer, pasando, por último, a ser el Secretario de Hacienda de João Doria, derechista gobernador de San Pablo.

Lula le dio la total autonomía a éste para practicar una política monetaria drásticamente ortodoxa (que, entre otras cosas, explica que el tipo de interés real en Brasil sea el más alto del mundo) así como adoptar, en los ministerios de Planificación y de Hacienda, una política fiscal todavía más ortodoxa, que aplicó drásticas reducciones en el gasto público y generó un superávit fiscal del orden del 5% del PIB, superior por lo tanto al exigido en el acuerdo con el FMI.

Debido a la depresión del tipo de cambio, el establishment ganó en beneficios. Las exportaciones subieron (como muestra el cuadro) y las importaciones se derrumbaron. Como consecuencia de la extraordinaria recuperación de la balanza comercial, el déficit de transacciones corrientes, principal indicador de la vulnerabilidad externa del país, cayó de forma significativa. Algo parecido a lo que sucedió con la pandemia y la depredación del tipo de cambio en Argentina, aunque aquí comienzan las diferencias. No en el frente social, donde la pobreza, el desempleo y la desigualdad arrastraron los indicadores tanto del primer año del Brasil de Lula, como del actual gobierno argentino.

Las políticas de austeridad de Lula tuvieron rápidamente efectos nocivos en los social, pero el mundo comenzaba a dar un giro al crecer del 2.5% en el 2003 al casi 4.5% en 2004. El saldo de la cuenta corriente y la reducción del servicio de la deuda (intereses y amortización) ayudaron a las políticas ajuste implementadas, como el brutal aumento de la tasa de interés real que subieron del 5.1% en el 2002 al 11.9% en el 2003. La evolución favorable del saldo de la balanza comercial y el ingreso de capitales por tasas de interés compensó la salida neta en concepto de los distintos componentes de la cuenta corriente (dividendos, intereses, etc). O sea el mundo se realineo para el neo-extractivismo de Brasil, ésta descripción puede verse en profundidad en el artículo “Brasil, el legado económico de Lula: éxitos y límites” del economista Pierre Salama.

Ese mundo en el que el presidente Lula transitó y afianzó su sobresaliente presidencia se derrumbó con el segundo mandato de Dilma Rousseff y su ortodoxo Ministro de Economía, Joaquim Levy, Ex Director Gerente del Grupo Banco Mundial, mismo organismo que dejo bajo la mira del comité de ética y del consejo administrativo del Fondo Monetario Internacional (FMI) a Kristalina Georgieva la nueva Ada buena y comprensiva del Organismo internacional. 

Ni la suerte de Lula ni el escenario internacional que lo rodeo, fueron recibidos por el actual gobierno argentino. Al contrario, esta administración tuvo la desgracia de recoger dos cimbronazos económicos. La desastrosa herencia del gobierno conservador de Macri, la más incapaz gestión económica social desde el regreso de la democracia y una pandemia para completar el cuadro. Esta idea en un mundo multipolar, menos globalizado, más regionalizado, que muestra una transición inter – sistémica, con un precario equilibrio de poder y reglas poco claros, lo vuelven más complejo aún.

Con este escenario a cuesta la comitiva argentina para tratar con un FMI politizado y fuertemente condicionado, no llevó sólo una milicia de economistas, sino también le añadió la pata política. Aunque el relato de la inclusión de esta pata en el viaje fue la de atraer inversiones. Resulta tan poco creíble como que, la nueva ronda de discusiones de un préstamo político que subordina al país, se tense ante una fuerte confrontación técnica, para delinear un nuevo programa de Facilidades Extendidas.

Al parecer el FMI reclama una serie de reformas que fomenten la inversión, que no dieron resultado a lo largo de la historia, pero que durante la pandemia el término inversión quedó totalmente sepultado a nivel mundial, al menos por el momento. También propone una fuerte disminución del déficit fiscal, con los niveles de pobreza alarmantes y una salida gradual del cepo cambiario en un país donde el comercio exterior, los puertos y las exportaciones no pertenecen en lo inmediato ni siquiera a las adyacencias del Estado.

En el mes de agosto los exportadores tuvieron el mayor superávit comercial de toda la historia para un octavo mes según el INDEC. Las estadísticas del Intercambio Comercial Argentino, registraron exportaciones por U$S 8.093 millones e importaciones por U$S 5.754 dando un superávit comercial de U$S 2.339. Pero de exportaciones se liquidaron solamente U$S 6.806 millones, paralelamente se pagaron importaciones no por U$S 5.754 sino por U$S 6.198 Millones. Lo que dio un saldo positivo de U$S 608 millones en vez de los U$S 2.339 millones declarados. Alegremente todo el mundo entiende que se trata de los ya conocidos comportamientos especulativos de las empresas participantes del comercio exterior, que se incrementan cuando la brecha entre el dólar oficial y los paralelos se expande y crecen las expectativas de devaluación a futuro.

Sólo 5 empresas extranjeras se encargan de quedarse con casi el 60% de las exportaciones agroindustriales locales, esas que se equivocan en liquidar los dólares. La norteamericana Cargill, ADM, Bunge la china Cofco y suiza Viterra. Con estas empresas el gobierno entiende que un pacto garantizaría a nuestro país achicar los márgenes de un problema histórico; la falta de dólares. Este mito que fina e insistentemente el establishment fogonea y que Horacio Rovelli ha demostrado su falsedad en innumerables ocasiones.

Si usted no le cree al ala más heterodoxa de la economía, puede leer al actual Vicepresidente segundo del BCRA el Lic. Jorge Carrera. Quien muestra que Argentina es un país acreedor neto con el mundo, es decir, los activos externos del país superan los pasivos externos. Puesto en criollo, significa que lo que los dólares que se fugaron son mayores que la deuda externa. Esta idea se confirma con los Pandora Papers donde Argentina ocupa el podio con el tercer lugar del mundo de cuenta bancaria a través un paraíso fiscal, ambos argumentos desechan la falta de dólares del país, no así su propiedad.

Por un lado, las grandes empresas exportadoras pactando acuerdos de políticas de impulso externo para afianzar el pago al FMI. Por otro lo que los medios oficialistas denominan, los “dueños de la Argentina” o los amos e influyen que marcan el devenir del país fueron albergados en la casa Rosada para una comida que ofreció la presidencia en la Javier Madanes (Aluar y Fate), Alejandro Simón (Grupo Sancor Seguros), Hugo Eurnekian (Corporación América), Marcelo Mindlin (Pampa Energía), Francisco De Narváez (Grupo De Naváez), Jorge Brito (Banco Macro), Juan Martín de la Serna (Mercado Libre) y Marcos Bulgheroni (Pan American Energy).

Acérrimos promotores de la concentración y fugadores compulsivos de divisas hablaron con el gobierno de una agenda abierta con un abanico de temas. Las negociaciones con el FMI, la situación laboral, inversiones y los precios, para después de las elecciones. Mientras estas conversaciones se llevan a cabo, el FMI insiste en que girará nuevamente al Gobierno esos U$S 4.334 millones, cuya finalidad siempre fue asistir a los países para enfrentar los gastos derivados de la situación excepcional que impone la pandemia. Y que Argentina utilizará para cancelar dos cuotas de intereses durante este año de U$S 1.885 millones cada una, en septiembre y otra en diciembre.

Lo llamativo en la agenda del sector privado es que figura de manera reiterativa y obstinada la imperiosa necesidad de firmar un acuerdo con el FMI lo más pronto posible. ¿Por qué? Bueno el modelo de país queda perfectamente dirigido al sector externo por la necesidad de la generación de dólares para afrontar los pagos, por lo que el acuerdo de subsidiar a los sectores exportadores que nombramos antes se afianzaría. Esta antigua novela se llamaría “plan macroeconómico creíble y sólido”, la eterna zanahoria del acceso, en el mediano plazo, a los mercados.

En función del superávit comercial expuesto y la reducción temporal de los servicios de la deuda se podría reconstruir las reservas, bajar las retenciones, para ordenar una consolidación fiscal, según el organismo, favorable al crecimiento que daría apertura a dos ventanas en el mediano plazo. Financiamiento interno sin emisión, innegociable propuesta del FMI y darle fuga consensuada ante la credibilidad de los mercados, a los fondos atrapados “Templeton, Pimco, BlackRok, etc” en la prisión nacional de títulos en pesos.

Se supone que hay unos U$S 7.500 millones cautivos en la penitenciaría pesificada nacional, Templeton y Pimco tiene un 50% de los fondos en cautiverio con vencimientos de U$S 1.200 millones para este año, U$S 900 para el año que viene U$S 600 y U$S 500 para 2023 y 2024. En realidad lo que se necesita son los dólares para darle la salida a los beneficios obtenidos en pesos.

Como se ve este desbarajuste está a la medida de todas las negociaciones reveladas, y todas apunta en un mismo sentido. Las reservas escazas sugieren llegar lo más rápido posible a un punto de acuerdo que incluye después de las elecciones un tipo de cambio nominal mas alto. Iniciativa que entusiasma a la mayoría de los grandes participantes, con excepción de la sociedad, que se verá afectada con persistente niveles de inflación, pérdida salarial, mayor pobreza, flexibilidad, etc.

Los rápidos avances de la vacunación en algunos lugares, Latinoamérica y el Caribe representan sólo el 39% de la población destacando la absoluta disparidad mundial de crecimiento y vuelta a la normalidad dependiendo de los niveles de vacunación. La OCDEestá indicando que los niveles actuales de crecimiento no representan una recuperación. Ni siquiera Estados Unidos ha aumentado todavía su nivel de actividad por encima de sus niveles pre-pandemia.

A esta crisis pandémica de disparidades de impacto y una mayor concentración del ingreso hay que añadirle la crisis simultánea de energía en toda Europa y en China. Esta potencial perturbación de la economía mundial podría abonar al cierre de fábricas e interrupciones de la cadena de suministro. La amenazan de atentar contra el crecimiento de ambas regiones ante el aumento de los precios de la energía, recortando los ingresos disponibles reduciendo el gasto potencial de los consumidores, ralentizando el regreso a los niveles que se manejaban en tiempos pre-pandémicos. En síntesis, el mundo no es de los inicios del siglo veinte.