Negro como el carbón

Algunas personas caminan bajo la lluvia, otros simplemente se mojan.( Roger Miller)

PIXNIO-263191
PIXNIO-263191

El tábano economista

Las contradicciones son incompatibilidad entre dos o más proposiciones. Los economistas veneramos esta paradoja, sin darnos cuenta, supongo. Estamos todo el tiempo tratando de honrar el crecimiento del producto, buscando las herramientas del incremento perpetuo. Si bien todos sabemos que como indicador el PBI es inexacto,  transgredimos los límites del planeta imaginando un crecimiento constante. ¿Sería una contradicción preguntarnos si el sistema capitalista puede resolver el problema de calentamiento global, que él mismo ha creado?

El sexto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), en su resumen, nos ofrece la “última oportunidad” ante el calentamiento global, aunque sus conclusiones no distan mucho desde su publicación anterior en el 2013, si bien son más alarmantes. Que el cambio climático y el calentamiento global son “inequívocamente causados ​​por las actividades humanas”, como dice el resumen para responsables políticos, es lógico. Pero, ¿se puede responsabilizar del cambio climático a toda la humanidad o solo a esa parte de ella que posee, controla y decide nuestro futuro?

Como dice Michael Roberts, ¿alguna sociedad habría continuado expandiendo la exploración y producción de combustibles fósiles sin controles para proteger el medio ambiente, y sin buscar fuentes alternativas de energía que no dañaran el planeta, una vez que fue evidente que las emisiones de carbono estaban haciendo precisamente un daño enorme? Nuestras industrias, sí. Y quizás esto ponga al hombre en uno de sus mayores desafíos económicos por resolver. Evitar, y distinguir que no es el comportamiento humano con un desinterés sin precedente, como se presenta, el que puede modificar la trayectoria este vector, sino el comportamiento del capitalismo industrial, su adicción a los combustibles fósiles y a los beneficios. Nuevamente, la lucha por la regulación está entre la planificación y el mercado.

Desde 2017 hasta 2019, los desastres climáticos asociados con el calentamiento global le han costado al mundo 650.000 millones de dólares. Desde 2015, cuando se firmó el Acuerdo de París sobre el clima, los 33 mayores bancos del mundo han destinado 1,9 billones de dólares a explotar combustibles fósiles, según BankTrack. El peor banco del desastre climático es el estadounidense J. P. Morgan Chase, que entre 2016 y 2018 aportó 196.000 millones de dólares a estas energías. Mientras que HSBC respalda plantas de carbón en Vietnam, Bangladesh e Indonesia. La pregunta es entonces, ¿por qué se detendría ahora? No se intentó un crecimiento armónico en 2007 ante la crisis económica; hoy les resulta indiferente a los países centrales la distribución homogénea de vacunas en el mundo ante una pandemia, ¿por qué se preocuparían por el calentamiento global?

La Unión Europea cree que serán necesarios al menos 180.000 millones de euros anuales hasta 2030 para descarbonizar la energía y mantener la temperatura en los márgenes, dentro de un incremento medio que no supere los dos grados y el freno a los 1,5º C respecto a los niveles preindustriales. Por lo que mantener estos límites hace que semejante suma de dinero tenga que ir a parar a los bolsillos de alguien. Nuestro apocalíptico porvenir se puede convertir en atractivo beneficio a corto plazo.

En América Latina, han desaparecido 42 millones de hectáreas de bosques tropicales entre 1980 y el 2000, según ha reportado el portal Mongabay Latam. En el último informe del 2021 de Amazon Watch, titulado “Operaciones bancarias en la destrucción de la Amazonía”, producido inmediatamente después de una investigación de agosto de 2020 que revela que los bancos financian el comercio de petróleo de la Amazonía en la región de las cabeceras de Ecuador y Perú, incumpliendo sus propios compromisos ambientales y sociales (ESR), incluyendo a bancos como J. P. Morgan Chase, Credit Suisse, BNP Paribas, Goldman Sachs, entre otros. 

La firma Carbon Disclosure Project demuestra en su encuesta que se puede sacar partido, como siempre lo han hecho, de un distópico futuro. La firma le preguntó a 7.000 compañías del mundo cuáles son los riesgos y oportunidades del calentamiento global, esto antes de la pandemia, veamos algunas respuestas:

La farmacéutica Eli Llily asoció a los desastres medioambientales a un mayor riesgo de diabetes, que se afirmaría con el Covid-19, debido a una menor actividad física y mala alimentación. Esta desgracia con suerte incrementaría la necesidad de medicamentos que tratan esta enfermedad. El laboratorio Merck y IPhone imaginan una expansión del mercado para los artículos relacionados con enfermedades tropicales, incluidas aquellas que se transmiten por el agua, y a medida que la gente empiece a experimentar con mayor frecuencia sucesos climáticos severos estarán más unidos a sus móviles. Walt Disney teme que haga demasiado calor para visitar sus parques, AT&T tiene miedo de que los incendios forestales y los huracanes inutilicen las antenas de telefonía.

Las soluciones planteadas al problema son una planificación de sustitución de energías o una respuesta fiscal de mercado, lo que muchos llaman “un club climático”. Esta sería la solución impositiva o de fijación de precios, es decir, la solución de mercado, al cambio climático. Se basan en tratar de corregir la “falla del mercado” incorporando los efectos nefastos de las emisiones de carbono a través de un sistema de impuestos. El argumento es que, dado que la teoría económica dominante no incorpora los costos sociales del carbono en los precios, el mecanismo de precios debe “corregirse” mediante un impuesto. La idea es la del tabaco, la solución impositiva y la fijación de precios desalientas su consumo. El fundamento de la fijación de precios del carbono es atractivo por su simplicidad.

Los neoclásicos siempre anteponen el mercado para las soluciones de problemas, aun y cuando no sea real. Las instituciones internacionales y la economía dominante son quienes proponen esta modalidad de precio del carbono o impuestos al carbono como las principales soluciones para acabar con el calentamiento global y el destructivo cambio climático. Durante algún tiempo, el FMI ha estado presionando para que el precio del carbono sea una parte “necesaria, si no suficiente”, de un paquete de política climática que también incluye la inversión en ‘tecnología verde’ y la redistribución de ingresos para ayudar a los más desfavorecidos a hacer frente a la carga financiera.

En la reciente reunión de los ministros de finanzas del G20, la fijación de precios del carbono fue aprobada como una de “un amplio conjunto de herramientas” para abordar el cambio climático. En la Conferencia Internacional sobre el Clima de Venecia, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, subrayó la necesidad de fijar el precio del carbono, enfatizando la importancia de un precio efectivo del carbono que refleje su verdadero costo”. Un precio del carbono acordado sería entonces un precursor del establecimiento de un impuesto fronterizo al carbono, que serviría como un arancel sobre las importaciones de países sin precios para este.

Los economistas que han intentado calcular cuál debería ser el “precio social” del carbono han encontrado que hay tantos factores involucrados que el precio debe proyectarse en un horizonte de tiempo tan largo que es realmente imposible asignar un valor monetario al precio o al “daño social”. Las estimaciones del precio del carbono oscilan entre 14 dólares por tonelada de CO2 y U$S 386, lo que lo vuelve absurdo.

Aunque se habla mucho sobre el aumento de los precios de las emisiones de carbono, poco o nada se dice sobre los enormes subsidios que los gobiernos siguen otorgando a las industrias de combustibles fósiles. Los países del G20 han proporcionado más de U$S 3,3 billones en subsidios para combustibles fósiles desde  que  se selló el acuerdo climático de París en 2015. Australia aumentó los subsidios un 48%, Canadá un 40%, Estados Unidos un 38%. Los mayores subsidios provinieron de China, Arabia Saudita, Rusia e India, que, juntos representaron aproximadamente la mitad de todos los subsidios.

Las 100 mayores empresas de gas, petróleo y carbón son las mayores empresas contaminantes del mundo. Le siguen las personas más ricas en ingresos y riqueza del Norte global, las que tienen un consumo excesivo y vuelan a todas partes. El desperdicio de la producción y el consumo capitalistas en automóviles, aviones y aerolíneas, transporte, productos químicos, agua embotellada, alimentos procesados, productos farmacéuticos innecesarios, etc., está directamente relacionado con las emisiones de carbono. Los procesos industriales dañinos, como la agricultura y la pesca industriales, la deforestación, la minería, etc., también son importantes calentadores globales, mientras que la industria bancaria opera para suscribir y promover todas estas emisiones de carbono.

Por lo tanto, la solución de fijación de precios e impuestos al carbono, incluso si funcionó para reducir las emisiones, es un sueño imposible, ya que nunca podrá implementarse a nivel mundial antes de que el calentamiento global alcance niveles peligrosos. Pocos gobiernos tienen la intención de detener la exploración de combustibles fósiles. El Reino Unido está otorgando licencias para nuevos campos de petróleo y gas en el Mar del Norte, China está construyendo centrales eléctricas de carbón y las compañías petroleras aún están invirtiendo en nueva producción.

Los expertos sobre el cambio climático estiman que para prevenir la elevación de las temperaturas por encima de 1,5º C, el empleo de gas y petróleo debe caer un 20% en 2030 y el 55% durante 2050. Y hay que dejarlos enterrados en la tierra, donde pertenecen. Es decir si fuésemos fieles a los compromisos tendríamos que dejar de usar el 35% de las reservas conocidas de crudo, el 52% de las de gas y un 88% de las de carbón. El petróleo, el carbón y el gas natural representan el 31%, 27% y 25% del total, respectivamente. El carbón, específicamente, crecerá un 5% en 2021 y un 3% en 2022.

La reactivación de la demanda mundial de energía significa que la economía mundial se está recuperando de la pandemia, pero el aumento de los precios del carbón también son un recordatorio de cómo la energía depende de los combustibles fósiles. El espectacular crecimiento económico de China y la electrificación de la economía india se basa en el carbón. Este tiene dos usos principales, generación de electricidad y fabricación de acero, componentes que hicieron que el mundo duplicara su consumo.

En el 2020, con la pandemia, el carbón generó el 63% de la electricidad de China y el 72% de la India. China es el mayor productor, seguido por la India, y entre los dos consumieron el 66% del consumo mundial. El carbón es barato y predecible, es decir, es seguro en su suministro, accesible y sostenible en el tiempo. Occidente ha trasladado el problema del carbón a Oriente, como si no fuera un problema mundial. Estados Unidos, el segundo mayor consumidor de electricidad después de China, sustituyó el carbón, que representaba el 43% de la generación a un 20% al intercambiarlo por gas natural. Algo similar sucede con Corea, Japón, Reino Unido y Alemania.

El precio del carbón (US $ / tonelada métrica)

Con esta lógica, ¿realmente alguien cree que los beneficios actuales, incluso aumentando el costo con impuestos, aplacarán la sed de energía y acero para los dos países más poblado de la tierra? Mientras tanto, la idea es seguir creciendo y consumiendo, aunque nos quedemos sin planeta.