No sabemos aplicar la evaluación contínua

Lo llamamos evaluación contínua, pero son simplemente más exámenes. Evaluamos de forma binaria para una sociedad que es más compleja.
Aprendizaje
Aprendizaje

Somos conductistas, seguimos con el palo y la zanahoria, con el sí y el no, y esto tiene muy poco que ver con lo que se decide en los congresos sobre educación. Hacemos normas para no excluir, pero las aplicamos provocando que, cada vez,  más estudiantes se queden en los márgenes, que nos pidan ayuda, porque están sufriendo ansiedad. Quien está especialmente preocupada por el fracaso escolar es la doctora Lara Crespo, de la que os recomiendo busquéis su charla Ted Talk, por Youtube, y os toméis un tiempo para seguir sus reflexiones sobre nuestra responsabilidad como sociedad sobre el fracaso escolar.

El sistema educativo se ha convertido en una apisonadora que teoriza sobre las inteligencias múltiples, de la que su gran defensora es la psicóloga y exconselleira Carmen Pomar, experta en captar el talento. El error en este sistema Frankestein no forma parte del proceso de aprendizaje, como ocurre en la vida, sino que se ha convertido en una sentencia para ser eliminado. Es perverso, nos definimos como de diez, o de insuficiente, y dejamos de ser personas para construir nuestra identidad como aprobados o suspensos, sin ningún matiz. En el mes de noviembre realicé una entrevista a Mar Rodríguez Romero, profesora titular en el Departamento de Pedagogía y Didáctica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UDC, en la que también participó Mercedes Novo, profesora de Química y Física de la USC en el campus de Lugo. Ambas coincidían en que estamos extendiendo lo que ahora llamamos “cultura de la cancelación” a nuestros propios estudiantes, determinando si son o no válidos de una forma conductista. Dejan de valer si no encajan en la norma. “Cuando empecé a dar clases en la Universidad, había un margen, cierto grado de libertad. -afirma Mar Rodríguez, -se aprendía sobre la marcha, porque ibas conociendo a los grupos y estando al tanto de lo que pasaba en tu propio campo; aprendías de las nuevas experiencias y podías hacer una programación más flexible, pero, ahora, con formaciones concentradas en cuatrimestres, tiene que estar todo absolutamente enlatado, procesado y si no siguen esa lógica, entonces te puede pasar como a mí, que vives al borde del ataque de nervios.”

“La realidad es que no estamos dejando tiempo para el aprendizaje, algo que es fundamental para asentar conocimientos”, reflexionaba Rodríguez Romero. “Los estudiantes viven en una permanente evaluación continua, que se traduce en un bombardeo de pequeñas evaluaciones que tienes que ir comprobando y corrigiendo y que no te da tiempo a procesarla. En fin, todo esto complica mucho el tema del aprendizaje y de que el error forme parte de tu proceso de enseñanza.”

Y lo más importante, hemos sacrificado el placer de descubrir, de aprender. Cuando terminamos la entrevista me dió otro titular: “Vivimos un tiempo de discursos progresistas, pero de prácticas conservadoras”. Lo clavó, pero esto da para otro artículo.