El espacio también educa

Según María Montessori existen tres agentes del aprendizaje, los tres igual de importantes: el niño, el ambiente y el guía.

El niño es el protagonista y debe poder descubrir, hacer y moverse por el ambiente, debe ser un sujeto activo del aprendizaje. El guía es la persona que observa y ofrece su atención al niño. Interviene solo lo imprescindible y en su lugar, fomenta la creatividad, el orden y la iniciativa. 

El ambiente, o espacio, como yo lo llamo, es el entorno en el que el niño o niña aprende y debe estar específicamente preparado para eso. Vivimos en un mundo donde la mayoría de los espacios están dedicados a los adultos, algunos hasta donde se prohíbe la entrada de menores como ciertos alojamientos o medios de transporte. Así que, si hablamos de un espacio para niños, las cosas deben adecuarse a ellos. 

Hablamos de la altura de los muebles, de cómo están dispuestos, de la decoración. Un lugar donde los niños y niñas puedan moverse libremente, donde puedan acceder a las cosas que necesitan sin pedirle ayuda a personas adultas. Hablamos de lo que nos inspira esa disposición. ¿Es un lugar para descansar, un lugar para trabajar? Si separamos estos espacios será más sencillo para los y las peques entender qué deben hacer en cada momento. 

Además, esto tiene una connotación: una mesa cuya altura es la apropiada para un niño o niña manda un mensaje: yo soy el centro, yo soy lo importante. Por eso, cuando llegan a un espacio que está adaptado a sus necesidades, se sienten parte del proceso, se sienten agentes activos de su aprendizaje, como Montessori nos indica que debe ser. 

En un contexto educativo, creo que también es importante aprovechar el espacio para disponer de información que le vaya a resultar útil al alumnado. En más de una ocasión haciendo una actividad alguna alumna se ha levantado y ha ido a buscar la palabra que no le salía al cartel del aula de al lado o ha buscado ejemplos de lo que quiere decir en pasadas actividades. Preparando el espacio podemos transformarlo en una gran fuente de consulta. 

Por otra parte, aunque tener unas constantes en el espacio puede ayudarnos en alguna consulta, es también importante que el espacio se mantenga vivo, que el aula cambie cada cierto tiempo. En parte porque la monotonía acaba con la creatividad y la curiosidad y también porque las necesidades del alumnado irán cambiando y nuestra propuesta deberá adaptarse a eso. 

Por supuesto en ocasiones especiales solemos decorar nuestros espacios personales y profesionales porque estos cambios nos dan alegría y nos ayudan a comprobar el paso del tiempo y lo especial de cada estación. Pero creo que sería mucho más interesante si cuando decoramos un espacio en el que habrá niños y niñas, le damos un sentido a esa decoración. 

Patri, una persona a la que admiro profundamente y que cuenta con su, como ella dice, hogar educativo, en Redondela (instagram @trazos_class) siempre menciona esto. Cuando ella crea aulas temáticas, nos contó en una formación que recuerdo con un cariño inmenso, siempre piensa en un sentido, en que no puede ser solo un decorado bonito.

No puedo estar más de acuerdo. Ir con el piloto automático nos hace a veces olvidar el sentido por el que hacemos las cosas. Cuando yo decoro un aula para una ocasión especial pienso en qué elementos tendrá, en cómo va a tener eso una conexión con las actividades, en la historia que quiero contar. El espacio nos cuenta historias, el espacio también educa.