El clímax de un conflicto latente

En la madrugada de este pasado sábado un grupo de jóvenes propinaron una paliza mortal a un chico de 24 años.

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El joven fallecía por los golpes recibidos. Fue trasladado al Chuac, pero ya era demasiado tarde. El caso está bajo secreto de sumario y algunas fuentes policiales han informado de que la discusión podría haber comenzado por algún conflicto con un teléfono móvil. No obstante, algunas entidades y algunos medios señalan que podría tratarse de un delito de odio, un homicidio homófobo.

En primer lugar hay que señalar que, sea cual sea el motivo del ataque, el caso es brutal. La cuestión, más allá de su trasfondo, es que un grupo de jóvenes han sido capaces de matar a golpes a otro chico. Matar de una paliza a un ser humano no es tan fácil, por lo que la violencia desatada contra la víctima ha tenido que ser enorme. El ataque es una barbaridad, un caso demencial que asusta a cualquiera.

A Coruña es una ciudad segura para todos en rasgos generales. No se trata de un lugar especialmente conflictivo o peligroso. Por eso esta clase de casos encienden luces rojas en nuestras cabezas y nos hace pensar: ¿Qué les puede estar pasando a los chicos y chicas para que participen en algo así? ¿Hasta qué punto existe una tensión latente entre ellos que puede desatarse ante un conflicto cualquiera? Son preguntas lógicas y que podremos contestar cuando sepamos más del caso, sus motivos y su contexto.

Pero, ¿Por qué es importante saber si se trata de un delito de odio homófobo? Bueno, es evidente que no es lo mismo que se produzca un conflicto entre un grupo de personas y la violencia escale de forma desmedida; que el odio hacia un colectivo concreto se dirija hacia una persona particular al punto de llegar a matarla. La víctima es la misma, el caso es brutal de todas a todas, pero no es lo mismo. Si este motivo fuera el móvil del delito de un momento a otro una ciudad que ha sido segura de forma razonable para las personas LGTBI pasaría a ser un sitio amenazante. Cualquier persona del colectivo se sentiría insegura y caminaría a partir de entonces con una alarma por sus propias calles.

No hablamos ya de un hecho aislado de explosión violenta, hablaríamos entonces de la desembocadura de un odio sistemático por una cuestión de identidad que ha llegado a sus cotas máximas un 3 de Julio.

Hay una idea que todos debemos reflexionar ¿Estamos gestionando bien nuestras pulsiones? ¿Está creciendo la tensión entre todos o hacia algunos? ¿Podrías llegar tú a participar en algo así por cualquier motivo? Esto último puede ser relevante. Contestar que no, ni de broma, sería lo más habitual y quiero pensar que la respuesta automática de todos, pero… Y si esa persona fuese de alguna forma, el objeto donde personalizar un odio gregario y punzante que acallas o disimulas a diario… Y si pudieras participar junto a tu grupo en la venganza tribal por alguna clase de ofensa sistémica… Y si pudieses justificar de alguna forma tu violencia en un sentido de respuesta a otra violencia… ¿Serías capaz? ¿Existe alguna clase de violencia que se pueda justificar, más allá que la lógica legítima defensa en el momento de un ataque?

Yo creo que no, que no podemos justificar la violencia en ningún sentido. Creo que existen multitud de conflictos latentes en nuestra sociedad que no hablamos en alto y con claridad porque son incómodos y espinosos y que pueden estar provocando que algunas personas acumulen rencores y se llenen de un odio desmedido. En España, en A Coruña, existe homofobia, LGTBIfobia, racismo, machismo, sexismo, xenofobia y otras formas de odio. La solución no es ir por ahí silbando y fingiendo que no están, mientras nos colgamos medallitas de aplausos por la diversidad y la integración. La solución es tratar los temas en voz alta, dialogar sobre el conflicto, sacarlo a la luz y no dejar que se enquiste.

Debemos entender que el conflicto es inherente a la naturaleza humana y que las personas no siempre razonan de igual manera o de forma lógica. Todos tenemos prejuicios, ideas instaladas de antiguo, falsos conceptos y distintas pulsiones identitarias. Es normal, es natural, pero no es bueno. Simplemente no es bueno. Por eso debemos trabajar en el conflicto, con él y a través de él. Solo así creceremos y superaremos los odios irracionales que nos convierten en bárbaros capaces de arrebatarle la vida a un chico cualquiera, inocente y que será una víctima perpetua de nuestra irresponsabilidad.