El inglés no es útil

Para los niños, aprender inglés no es útil. Porque útil es una palabra que solo tiene sentido en el mundo adulto. ¿Útil para qué?

Muchos niños y niñas en España no tienen un contacto real con el mundo anglosajón. Sí, los hay cuyas familias trabajan en el extranjero, hacen viajes fuera o tienen parientes o amistades en otros países, y en esos casos sí podríamos decir que es algo útil. Pero ¿qué hay de todas esas otras infancias? ¿en qué les es útil el inglés si nunca llegan a hablarlo con nadie? 

En la mayoría de ocasiones, cuando decimos útil nos referimos al futuro, queremos decirles que saber inglés les será útil para cuando sean mayores, para poder viajar con más comodidad, para poder optar a otros puestos de trabajo, para poder eliminar barreras de comunicación. Y todo eso está bien, el problema es que los planteamientos a largo plazo no suelen tener el efecto que creemos en la infancia. Los niños y niñas viven en el ahora, en el presente y si ahora no me sirve de nada aprender inglés, ¿para qué me voy a molestar? 

Por eso un cambio de planteamiento puede venirnos bien. Aprender inglés (idiomas, en general) es algo útil, sí, pero ¿y si fuese también divertido? ¿fácil? ¿qué hay de sencillo, de natural incluso? Aprender un idioma es de las cosas más naturales para un ser humano, todos aprendemos idiomas desde que nacemos y todos hablamos al menos uno. Siempre ha habido y sigue habiendo muchísimas personas plurilingües, algunas hablan más de un idioma desde sus primeros años de edad. 

Aprender un idioma puede ser de las cosas más sencillas del mundo si el planteamiento es correcto, si el ritmo es el adecuado, si se trabaja desde la adquisición natural y no desde la artificialidad de completar huecos en fichas. Y si lo convertimos en algo que además de fácil y natural es divertido, es cómodo, es atractivo, no tendremos que insistir sobre la utilidad del idioma, las clases por sí mismas serán lo que llevarán a los niños y niñas a querer aprender inglés. 

Un acercamiento sin comparaciones, sin prisas, respetando un ritmo natural y respetando los miedos y limitaciones que algunos pueden tener por haber tenido una mala experiencia con el idioma o unas expectativas demasiado altas. Sin chantajes ni castigos, sin grandes planes ni títulos, enseñar idiomas a la infancia simplemente por juego, por placer y construir así una relación con el idioma basada en todo lo que este nos puede ofrecer, en todo lo que tiene para darnos. ¿Qué tal si probamos con eso?