Opinión | Coronavirus

Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo

Mucho se ha hablado de los negacionistas, tachados así por imperativo de los medios de comunicación y los gobiernos, a aquellas personas que no estuvieran de acuerdo con las posiciones oficiales sobre la pandemia.
Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo
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Portada del libro "Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo"

Pressenza  - Madrid, España - Pedro Pozas Terrados

Científicos acreditados en todo el mundo, han sido desprestigiados por los propios medios de comunicación al no estar de acuerdo con algunas medidas tomadas para solucionar el estado pandémico en que nos encontramos. No ha existido un debate científico abierto de pros y contras, de dejar explicar los razonamientos de los científicos censurados. La orquesta liderada por políticos y multinacionales ha callado la voz de la ciencia, porque no olvidemos que la ciencia debe estar abierta siempre a cualquier duda o camino contrario al oficialista.

Claramente, día tras día, las Autoridades sanitarias, el gobierno y los medios de comunicación a través de supuestos especialistas en la materia, han sembrado el miedo y la angustia entre los ciudadanos hasta el punto que han crecido los suicidios y las enfermedades mentales.

Los ciudadanos no pueden estar ignorantes ante la ocultación de datos e informes de otros científicos también especialistas que están en contra de algunas medidas tomadas. Sin embargo se ha silenciado otras opiniones científicas cuyos argumentos deben pesar igual que los reconocidos por el Gobierno. ¿Porqué unos sí y otros no? ¿Por qué todo aquel médico, biólogo, científico que tiene razonamientos diferentes a otros de su misma profesión que admiten las causas oficialistas son tachados de negacionistas y brutalmente injuriados en los medios de comunicación sin que se puedan defender?

Por parte de los medios de comunicación no se ha permitido ninguna tertulia o debate público serio con científicos acreditados, para poner en tela de juicio lo que ha pasado y está pasando en esta pandemia urdida por el miedo. Se están administrando vacunas sin conocer los efectos a largo plazo, dando razonamientos al público que son sesgados. Solo existe la vía oficial. El que vaya en contra es criminalizado y eso solo ocurría en Estados dictadores, no en democracias abiertas. Todo ha cambiado. Pero una vez más, el miedo impulsado y extendido en todas las cadenas de televisión y en muchos medios escritos, han dejado a una población moralmente herida, violando sus derechos fundamentales a la salud, al trabajo y a la libertad.

El gobierno tanto central como los autonómicos, responsables de la pandemia por no tomar medidas efectivas para su control cuando se estaba a tiempo, ocultan su responsabilidad echando la culpa de todo al virus. ¿Dónde están las responsabilidades de mantener a los ancianos encerrados sin asistencia médica, lo que supuso la muerte de más de 20.000 personas? ¿Qué hace el Gobierno que no responsabiliza de la mala gestión de muchos Consejeros de Sanidad? ¿Qué dice el Gobierno ante los informes graves de Médicos sin Fronteras y de Amnistía Internacional por los fallecidos en las residencias? ¿Dónde está el equipo científico que asesoraba al Gobierno en la toma de medidas?

Podría extenderme mucho más, pero en este largo artículo de reflexión y denuncia quiero dar voz a los que han sido callados y estigmatizados por no estar de acuerdo con las líneas oficialistas. Podría exponer muchísimos ejemplos, como lo que denuncia cada mes con datos científicos e informes la Revista Discovery Salud que en ningún momento ha podido ser denunciada por falsos testimonios o informes falsos, y donde reconocidos científicos dan su opinión de la pandemia y de las vacunas.

Un libro que abre la mente

Pero voy a tratar en esta ocasión del contenido de un libro que ha sido silenciado y en algunos lugares hasta censurado. Hasta aquí llega la sombra del no querer que la sociedad sepa la verdad o al menos la media verdad de lo que nos ha pasado y estamos viviendo.

El libro se llama “Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo”. Ha sido editado por Ediciones El Salmón. Lo han escrito:

Paz Francés, doctora en Derecho penal por la Universidad Pública de Navarra y criminóloga por la Universidad de Barcelona. Profesora del Departamento de Derecho de la Universidad Pública de Navarra.

José R. Loayssa Lara, médico de Familia en las Urgencias del Servicio Navarro de Salud. Doctor en Psicología, ha trabajado en las unidades de Docencia e Investigación del Servicio Navarro de Salud, y dentro de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC), ha tenido responsabilidades en Investigación y Salud mental.

Ariel Petruccelli historiador que ha publicado numerosos trabajos y libros y es docente de Teoría de la Historia Y de Historia Europa en la Universidad Nacional del Comahue de Argentina.

A partir de ahora, todo lo que escriba a continuación entre comillas, está sacado del citado libro que no tiene desperdicio y que solo aquí apunto una pequeña pincelada. Es conveniente para todo aquel que quiera tener una opinión más abierta, la lectura de este impresionante libro que ha sido censurado en muchas plataformas de librerías.

Análisis de una verdad

En su Prólogo los autores afirman que”mantuvieron el espíritu crítico y el escepticismo metodológico a pesar del enorme peso social de un omnipresente sentido común covídico. Nos convertimos, pues, en disidentes. Con plena conciencia de ser parte de una minoría que no compartía el clima de histeria dominante, contemplamos atónitos el extraño fenómeno de sociedades enteras obsesionadas y patológicamente atemorizadas por un problema sanitario real, pero en modo alguno catastrófico. Nos indignó la hipocresía general que rodeaba la covid-19: ¿Por qué no había tanta preocupación por los más de seis millones de niños que mueren cada año, en su mayor parte por causas asociadas al hambre? Nos noqueó la crueldad ante miles de duelos sin cerrar, porque se prohibía a los familiares despedirse de sus seres queridos con un beso y un abrazo en su último aliento de sus vidas”.

En su introducción nos explican el desarrollo de cada capítulo y muestran con detalle “recurriendo a las mejores investigaciones disponibles, que las severas medidas adoptadas carecen de base científica. Se han impuesto con un clima de intimidación y en medio de la promoción del miedo colectivo, produciendo la indefensión de la sociedad y causando enfrentamientos entre ciudadanos en casi todos los países”.

En el capítulo I “Breve historia de las pandemias”, escrito por Federico Mare, historiador, ensayista y profesor, agregado de la Universidad de Mendoza (Argentina), nos habla entre otras muchas verdades y reflexiones, de que” jamás había ocurrido que se dieran condiciones tan estrictas paralizando el mundo y precipitándolo a una crisis económica-social que no guarda proporción alguna con la amenaza epidemiológica que se pretende conjurar, cumpliéndose aquella paradoja de que, en ocasiones, el remedio puede ser peor que la propia enfermedad. La pandemia del covid-19 insistimos, está muy lejos de ser una de las peores de la historia. Y, sin embargo, se ha reaccionado como si lo fuera. “. “Existen enormes limitaciones estadísticas en cuanto a la falta de datos, cálculos demasiado especulativos, discrepancias en las fuentes primarias, conjeturas divergentes entre especialistas…” y finaliza el capítulo que contiene muchísima más información que no puedo abarcar en su totalidad que: “Definitivamente, no estamos al borde de ningún abismo apocalíptico. Al menos no desde un punto de vista estrictamente epidemiológico (harina de otro costal es la ecología y la economía, donde el capitalismo sí nos está llevando a toda marcha hacía el colapso civilizatorio). Y sin embargo, se ha instalado en el imaginario social la sensación opuesta: estaríamos viviendo una catástrofe sanitaria son precedentes en la historia, o casi; y en función de ese diagnóstico errado, se han tomado medidas de una drasticidad que han suscitado una crisis económica y social no menos inédita”.

En el capítulo II “El SARS-COV-2: de la selva a la jungla urbana”, los autores del libro afirman que “hace ya décadas que se viene alertando sobre el riesgo de proliferación descontrolada de nuevos y viejos virus, producto del calentamiento global, de la deforestación acelerada –que deja a las especies salvajes cada vez menos espacio, obligándolas a interacciones inusuales- y de esa moderna caja de Pandora que son las granjas de aves de corral y de ganado de vacuno, porcino, etc., criados en horrendas condiciones de hacinamiento , que sobreviven a base de antibióticos y antivirales. Empresas y Gobiernos son responsables del problema, por acción u omisión.” “Aunque la hipótesis de un accidente de laboratorio no está descartado por completo, habrá que plantearse muy seriamente, a fondo y con urgencia, el problema de la cría industrial de animales, no sólo por elevadas razones éticas, sino también por elementales razones de salud pública e incluso por estrictas razones de supervivencia”.

En su capítulo III “La covid como enfermedad: entre catarros y muertes”, los autores nos muestran que “la covid-19 ha provocado en 2020 aproximadamente un millón ochocientas mil decesos: esto representa algo así como un 3% del total mundial anual de muertes. Sus víctimas han sido principalmente personas ancianas (más de un 80% son mayores de 65 años y personas con enfermedades preexistentes (en torno a un 90% de casos). Para evaluar su gravedad y la dimensión relativa de esas cifras es obviamente indispensable una perspectiva que la sitúe al lado de las causas de mortalidad evitable que asola nuestro mundo. ¿Cómo se sitúa el covid-19 desde una perspectiva comparativa? Cada día mueren unas ciento cincuenta mil personas en el mundo por todas las causas. La malaria se cobra un millón de muertes al año. La diarrea provoca, año tras año, casi dos millones de víctimas, la inmensa mayoría de niños y niñas. La tuberculosis es responsable de al menos un millón y medio de muertes. El cólera hace estragos. Los suicidios rondan los ochocientos mil (una cifra contra lo que suele creerse, muy superior a los asesinatos, que son quinientos mil). La neumonía produce cerca de tres millones de muertes. Al menos unas cinco millones de personas mueren cada año de forma prematura por la polución del aire (y hay estimaciones que consideran que esta cifra estaría cerca de los nueve millones). El tabaco provoca nueve millones de muertes sin que nadie con poder suficiente proponga prohibirlo (medida en todo caso discutible). Se calcula que las enfermedades respiratorias contagiosas producen alrededor de cuatro millones de decesos. Por todas las causas, cada año mueren en el mundo casi unas sesenta millones de personas. Más del 10%-unos seis millones y medio- son menores de 15 años, cuya causa de muerte está asociada en la mayor parte de los casos a la desnutrición. Gran parte de estas muertes (sobre todo las de los infantes) son indudablemente evitables e incluso fáciles de evitar. Con algo tan simple como el acceso al agua potable, buena alimentación y apropiadas condiciones de higiene, podrán evitarse millones de decesos. ¿Por qué una humanidad que ha aceptado sin grandes complejos millones de muertes tempranas y evitables año tras año, ha sentido de repente que ciertas muertes son inaceptables y que se deben evitar a toda costa? No lo olvidemos: el principal problema sanitario en términos mundiales sigue siendo el hambre. Que el árbol no nos impida ver el bosque”.

¿Qué hay detrás de tantas falsedades?

Y yo me preguntaría también ¿qué papel tienen las farmacéuticas en esta carrera de vacunas que han inoculado a la sociedad a modo experimental sin saber los efectos secundarios a corto y largo plazo? ¿Quién les ha dado las pautas a los medios de comunicación para apoyar la versión oficialista, negando y tachando de negacionistas a cientos de científicos que ponían en cuestión algunas de las decisiones y que censuraron todo debate público en este sentido?

Los autores continúan denunciando que “consideramos que durante la pandemia de la covid-19 se ha obviado en muchas ocasiones un proceso reflexivo y se ha adoptado la estrategia de etiquetar la muerte con el diagnóstico de “moda”. Las autoridades sanitarias han optado por considerar a la covid-19 como la causa de muerte simplemente con que constara en el certificado de defunción y en ocasiones las instrucciones para considerar como muerte por covid-19 a todos los fallecidos con una PCR positiva” En España, según nos cuentan los autores, en una rueda de prensa donde el Ministro de Sanidad anunciaba que el gobierno era “muy estricto” y “ofrecía absoluta transparencia” en el recuento de fallecidos por covid-19 afirmó que “toda persona que ha sido diagnosticada como positiva de coronavirus y fallece, es contabilizada como una persona fallecida por causas de coronavirus”. Ante esta declaración pública… ¿Quién puede creer en las estadísticas y en las muertes por la covid-19? En Alemania, la agencia del gobierno federal responsable del control y prevención de enfermedades infecciosas, también admitían que “contabilizaban todas las muertes que había dado positivo, independientemente de la causa de la muerte, como muerto por coronavirus”. Las estadísticas están manipuladas, nos engañan… ¿con qué intención?

La propia OMS pidió a los países que todas las personas que fallezcan con un positivo o simplemente que fuera sospechoso (no sé cómo se puede afirmar que una persona es sospechosa de tener la covid-19), se incluyera como muerto por el virus. Sea cual sea su enfermedad. Sin hacer autopsias para asegurarse el motivo de la muerte. Por lo tanto, las estadísticas en torno a los fallecimientos a nivel mundial están manipuladas y muchas de ellas abultadas ¿con qué motivo?

Por ellos los autores dicen que “eso puede traer como consecuencia (y de hecho lo está haciendo) una gran cantidad de casos que consideran como confirmados, cuando no está claro que lo sean. El solo hecho de que una PCR positiva se considere como criterio suficiente para diagnosticar a alguien de una enfermedad resulta inaudita”.

El abandono de una sociedad por parte de las autoridades

En su capítulo V La reacción de los gobiernos: más virulenta que el virus”, los firmantes de este estudio estremecedor además de muchas otras cuestiones, nos aclara que “el estrés, la tristeza y la soledad que se han generado favorecen a comportamientos no saludables y empeoran enfermedades existentes y/o desencadenan descomposiciones agudas de éstas”. Hoy ya lo medios de comunicación además de afirmar que se ha extendido la pobreza en España como consecuencia de las medidas tomadas por el gobierno a la población, además de la pérdida económica bestial que están pasando muchas familias y que aumentan con ello las enfermedades y muertes, además del abandono de nuestros mayores y el derecho a poder ser visitados por sus familiares, los suicidios en España se han multiplicado de manera alarmante y sobre todo en los jóvenes, siendo ya la primera causa de muerte en la juventud. ¿Acaso todo esto no son víctimas también de las decisiones nefastas de los supuestos técnicos del Ministerio de Sanidad?. Los autores siguen denunciando que “se han salvado millones de vidas, así se asegura una y otra vez. Pero hay muchos indicios y abundantes razones para, cuando menos, dudarlo. Y es indispensable analizar y evaluar las consecuencias en términos sociales, políticos, económicos, educativos y sanitarios de las medidas adoptadas”.

En su capítulo VI “¿Ha salvado vidas el confinamiento?”, al final del mismo nos lleva a una gran reflexión. “¿Qué nos dicen los datos crudos? Para empezar, que la humanidad no vivió ninguna catástrofe sanitaria ni mucho menos demográfica en 2020. La cantidad de muertos globales es más o menos la que se podría prever que habría en el año antes de que se descubriera al SARS-Cov-2. Solo unos pocos países han experimentado un exceso de mortalidad importante.”…”En la mortalidad total mundial de este año 2020, la covid-19 ha sido responsable del 3% de los decesos. El 97% de las personas que fallecieron por otras causas, de las que prácticamente no se habla. Una significativa cantidad de esas “otras” muertes eran no sólo evitables, sino fácilmente evitables: bastaba con agua potable, jabón y comida, sin necesidad de grandes inversiones tecnológicas”…”En 2020, la humanidad cruzó un umbral. Nunca antes se había alcanzado un abismo tan grande entre realidad y percepción. La amenaza del SARS-Cov-2 (real pero modesta) no guarda ninguna proporción con la percepción social e individual de su amenaza: catastrófica, apocalíptica, cataclísmica”.

¿Por qué se ha querido manipular los datos y las estadísticas para causar el terror en la población hasta el punto de someterse como zombis a las órdenes de la Autoridad violando los derechos de las personas a su libertad?

El miedo y la mentira con el apoyo de los medios de comunicación

El capítulo VII “La pandemia discursiva: el miedo, la mentira y la ortodoxia covid” los autores del libro insisten en que “El debate científico serio ha sido clausurado. Los trabajos y análisis sopesados y fundamentados han sido sustituidos por las conjeturas y opiniones asilvestradas de comentaristas y expertos, cuyo eco ha estado relacionado con lo dramático y tremendista de sus valoraciones y propuestas. Muchos profesionales e incluso científicos tenían que aparecer como “expertos en Covid”, como personas que tenían mucho que decir sobre la pandemia, aunque carecieran de conocimientos y experiencia para ello. También las revistas científicas –incluso las más prestigiosas-no podían resistir a la tentación de publicar artículos sobre la Covid-19 aunque su metodología y calidad fueran sospechosas.”….”La importancia de los medios de comunicación en la transmisión de muchas lógicas sociopolíticas del miedo, del lenguaje, en la deformación de la legalidad y en la exacerbación del autoritarismo y la mano dura, está siendo extraordinaria. Los medios de comunicación han sido uno de los elementos más estudiados a la hora de identificar qué actores o factores contribuyen a formar y construir la opinión pública y, en el caso que nos ocupa, a incrementar la percepción de inseguridad… Los medios de comunicación seleccionan qué hechos serán noticia, y determinan qué será objeto de discusión y desde qué enfoque interpretarlo…..Los telediarios, programas de actualidad, entrevistas…se han llenado de expertos en el virus. De analistas, de tertulianos afines al discurso oficial que dan su opinión del tema, y el modo en el que lo han hecho, claramente sensacionalistas de periodismo de sucesos centrados en la criminalidad”.

En el Capítulo VIII “Las víctimas entre las víctimas: desigualdad social y pandemia”, nos reafirman en lo ocurrido en las Residencias en la “La mortalidad dentro de las residencias de ancianos ha sido escalofriante. Las consecuencias sobre los ancianos que viven en ellas se han multiplicado por una estrategia de gestión que ha recurrido a medidas de restricción de libertades y derechos., rígidos protocolos e imposición de sangrantes limitaciones a la vida diaria. En las residencias han confluido varias circunstancias que contribuyen a explicar-que no justificar-la tragedia” “A los ancianos se les encerró a cal y canto, y eso pudo incrementar las consecuencias negativas. No es extraño que los ancianos recluidos durante meses acaben empeorando de salud, tanto en lo físico como en lo psicológico. Vivir durante semanas en interiores y a veces encerrados en celdas/habitaciones la mayor parte del tiempo, disminuye la vitamina D (que puede jugar un papel esencial en la respuesta inmunitaria), deprime y desvitaliza. El cóctel mortal estaba servido”.

Los informes de Amnistía Internacional y Médicos sin Fronteras, son estremecedores denunciando la clara violación de los derechos humanos y haciendo responsable a los gestores de las Residencias y a las Autoridades sanitarias tanto comunitarias como nacionales. Hasta ahora, nadie ha sido presentado ante un juez por homicidio masivo.

Los autores siguen afirmando que “una sociedad viva no puede aceptar tan mansamente unas normas crueles y con una justificación tan dudosa (por ser cauteloso). Hemos cambiado la empatía y solidaridad hacia el vecino por un estado de vigilancia policial y crítica ante cualquier laxitud de la norma, sin conocer su justificación, sin quererla conocer o comprender”.

En las reflexiones finales de este capítulo nos indican que “El mundo 2021 es más desigual, con pobres más pobres y ricos más ricos, que el mundo de 2019. Pero no culpemos al virus: la responsabilidad recae en las autoridades políticas y en las grandes corporaciones farmacológicas y tecnológicas que se aprestaron a lucrarse con el temor instalado. De buena gana, unas y otras utilizaron la situación creada por la crisis para promover formas de vida crecientemente virtualizadas, individualistas y asociales, a las que han dado llamar “nueva normalidad”.

Preguntas sin respuestas

Ya en el Capitulo IX “¿Qué ha sido de la perspectiva de género en la gestión de la covid-19?”, se `preguntan: “¿Qué es de la persona enferma de cáncer que en sus últimos meses o años de vida se va a encontrar encerrada en casa sin poder ser cuidada? ¿Qué es de las personas que no tienen nada que llevarse a la boca? ¿Qué es de las personas que están esperando una operación cuya vida depende de ello? ¿Qué son de los miles de niños y niñas cuyo impacto de las medidas se está analizando que es demoledor? ¿Quién atiende el aumento de suicidios, desarrollo o agudización de patologías mentales? ¿Qué son de los miles de jóvenes sin un futuro cercano alentador? ¿Qué es de las mujeres en situaciones de violencia?….¿Cómo hemos podido aceptar, únicamente en nombre de un riesgo imposible de precisar, que nuestros seres queridos y las personas en general, no sólo murieran sin compañía, sino –algo que nunca antes había sucedido antes en la historia, desde Antígona hasta nuestros días- que sus cadáveres fueran quemados sin un funeral?” Todas estas preguntas siguen sin ser contestadas. Los medios de comunicación han conseguido paralizar de miedo y angustia a toda una sociedad.

Su Capítulo X “La gestión de la pandemia: derechos humanos, libertades políticas, autoritarismo y estado de excepción”, no tiene desperdicio. Aun que resalte algunos argumentos, es necesario leerse y analizar el libro entero para llegar a una conclusión propia. Nos dicen que “El autoritarismo con que se ha afrontado la epidemia actual no tiene una justificación sanitaria. Obedece a una política que tiene como uno de sus objetivos finales reforzar la actitud social pasiva, aislada, temerosa y dependiente, hoy en día hegemónica de las sociedades occidentales.” “Se han implantado medidas enérgicas pero inocuas frente a la pandemia. ¿Cuál es el riego de pasear por la calle, por la playa, o por un parque, para contagiar o para sufrir un contagio? Tiende a cero. Entonces ¿por qué fue prohibido mientras se mantenía en casa durante semanas al grueso de la población, incluyendo niños y personas para las que el sedentarismo es un riesgo mucho más real que un contagio improbable en actividades al aire libre”? Más preguntas que nadie contesta. Y siguen…” ¿Fue proporcionado el confinamiento masivo e indiferenciado? ¿Es proporcionado que hoy todos los servicios públicos estén cerrados o a medio gas en sanidad, asistencia social, seguridad social, Hacienda…? ¿Son proporcionados las multas de 300 euros por no llevar la mascarilla con un sueldo mínimo en España de 800 euros? ¿Fue proporcionado la militarización de las calles? ¿Son proporcionados los protocolos en las escuelas? ¿Es proporcionado prohibir fumar en la calle? ¿Es proporcionado hoy en día limitar el ocio nocturno? ¿Es proporcionado considerar ilegal el botellón?…..por todo lo esgrimido es estas páginas, la respuesta es que no y es más, no sólo no han sido proporcionadas sino también ineficaces o inocuas en el mejor de los casos.” Hasta nos han quitado el derecho a manifestarnos ya que la gente tiene miedo al contagio. Una gran victoria desde luego para las élites poderosas.

En el capítulo XII titulado “Participación comunitaria y sociedad civil: una perspectiva desde la felicitación”, Alberto Pardos, médico de familia, Facilitador y director de Facilita.eu, nos dice que durante la pandemia en nuestro país, encontramos niveles bien diferentes en la calidad de la participación. En su nivel 1 nos dice que “Los medios de comunicación de masas generan una ola de noticias terribles que les permiten tener a sus clientes enganchados y aumentar su poder de influencia y sus ventas. La industria farmacéutica invierte en los medios para presionar a los gobiernos y que compren sus productos. Los gobiernos desembarcan en los medios de masas a través de enormes inversiones de publicidad institucional y subvenciones para influir en la diversidad ideológica y transmitir una “verdad oficial”….Los medios lanzan campañas de pánico, sobreinformación (infoxicación), presentación de la verdad oficial de manera triunfal, ocultamiento o criminalización de opiniones alternativas a la oficial, repetición ad nauseam, pseudodebates con contertulios de opiniones aparentemente diferentes pero que no salen de la verdad oficialista…dejando incluso a los gobiernos como tibios, proponiendo medidas todavía más dañinas y antisociales”. “En la evolución de la covid-19 influyen factores diversos, como la edad, el estado de la inmunidad, fragilidad y enfermedades crónicas, obesidad, entre otras. En las ciudades habría que sumar la gran contaminación de las ciudades, contaminación electromagnética, intoxicación informativa, pérdida del ritmo, insomnio, estrés, mala calidad de los alimentos, sedentarismo, dispersión mental, adiciones de todo tipo, aislamiento, depresión, medicalización, sobre tratamiento y un largo etcétera. Todos estos factores se suman en el caso de las residencias de ancianos a fragilidad, edad avanzada y deprivación afectiva entre muchos otros. De todas las medidas que ayudarían a mejorar la salud, las autoridades sanitarias sólo se han ocupado de prevenir la exposición a los gérmenes, obviando todos los demás factores que son interdependientes.”

Medidas tomadas sin rigor científico

En el Capítulo XIV “Alternativas a la gestión autoritaria y neoliberal”, los autores del libro entre muchas afirmaciones interesantes, nos dicen que “no tiene sentido esa distancia en la calle entre las personas que simplemente están caminando o corriendo. El virus no se transmite por ondas electromagnéticas, y en el exterior no se encuentra flotando en el aire. Son preocupantes las reacciones de muchas personas al cruzarse por la calle con personas sin mascarilla o que se acercan a ellas a menos de un metro. Simplemente evidencia el miedo instalado en la población y la falta de información veraz y útil que se recibe”. “El sufrimiento y el miedo se ha convertido en el centro de los días de mucha gente: el sufrimiento y miedo por el virus y la pandemia, por el riesgo omnipresente del contagio, el horror a que nos coloquen bocabajo en una cama de cuidados intensivos, a que el virus nos robe el aire. Pero, a veces, ese miedo profundo convive con preocupaciones más prosaicas, aunque igual de terribles: ¿Volveré a tener trabajo, a disponer de ingresos…recuperaré algo de lo perdido..o será demasiado tarde?”.

“Uno de los colectivos que más han sufrido la culpabilización, como ya hemos aludido en este trabajo, son los jóvenes, convertidos en “irresponsables”, “asesinos de abuelos” incluso en la información y propaganda oficial. Se ha llegado a notables niveles de agresividad, teñidos de profundos sentimientos anti juveniles…..el precio que está pagando la juventud es brutal”

Y yo diría que los únicos irresponsables han sido los gobiernos (ya que tenemos muchos gobiernos en un país como España) al no haber sido capaces de parar una pandemia que se transmitía diariamente por televisión y que no fueron capaces al ver como avanzaba cuando el Norte de Italia se encontraba con numerosos casos y no pusieron ninguna medida de control en la llegada de personas del mencionado país o de otros lugares de destino y tener preparada unas medidas de contingencia suficientes para evitar la entrada del virus a nuestro país, además del fracaso del sistema sanitario que no estaba preparado para lo que venía a pesar de verlo venir. Es muy bonito echar la culpa ahora a los jóvenes o al virus, y mirar a otro lado sobre sus responsabilidades que han rallado en muchas ocasiones de delito y violación de los derechos humanos como lo ocurrido en las residencias de ancianos.

En el mismo capítulo, lo autores señalan que “la prisa por vacunar a todo el mundo es sorprendente. Nos tenemos que preguntar por qué se insiste en vacuna a personas que no tienen riesgo personal elevado, cuando no se sabe todavía cuál es el efecto en la capacidad de transmitir el virus. Todavía llama más la atención que se ofrezca la vacunación a personas que hayan padecido la enfermedad, cuando no está totalmente descartada –especialmente en estos individuos- la posibilidad de una reacción inflamatoria excesiva, ni se conoce la duración de la inmunidad.” “No sabemos, por ejemplo, el número de ancianos fallecidos después de haber recibido”

Se ocultan muchos datos que pudieran ser aclaratorios y con las vacunas los expertos tienen diferentes opiniones. Basta con informarse en la revista Discovery Salud donde muchos investigadores, médicos y científicos aclaran y demuestran la cuestión de las vacunas y el peligro que ello supone al estar aún en un estadio de experimentación en el que no se conocen los efectos a medio y largo plazo.

Muchísima es la información y preguntas que quedan sin respuestas unas y otras nos dan idea de lo que hay detrás de esta pandemia que ha sido exagerada y mostrada a la sociedad como caótica basada en el miedo y el gran beneficio de las grandes multinacionales farmacéuticas.

Los autores del libro terminan el capítulo advirtiendo que “En definitiva, pese a que no sea la información que generalmente recibe el público, lo cierto es que, a día de hoy, se debe afirmar que no se han investigado adecuadamente los riesgos potenciales de las vacunas y que no hay la suficiente certeza de la relación positiva entre beneficio y riesgo” y termina “Mientras tanto, se trata de apelar al principio de precaución en la medicina y la salud, el cual tiene su fundamento en la ética médica: primium non nocere” (La expresión latina primum nil nocere o primum non nocere se traduce en castellano por «lo primero es no hacer daño». Se trata de una máxima aplicada en el campo de la medicina, fisioterapia y ciencias en salud, frecuentemente atribuida al médico griego Hipócrates.)

 

Todo sigue igual que antes

En el epílogo final del libro, los autores además de muchas otras conclusiones nos dicen que “al cabo de más de un año, no se ha logrado instalar en el debate público de la mayoría de los países (ni siquiera en aquellos gobernados supuestamente por fuerzas progresistas) cuestiones tan básicas como la necesidad de un único sistema de salud que ofrezca a todas las personas las mismas oportunidades, o la condena popular a la medicina comercializada, o la necesidad del estrecho control público sobre la producción de medicamentos, o la relación ante la agricultura y la ganaderías industriales y los saltos zoonóticos, o lo imperioso que resulta asumir que las residencias de ancianos constituyen un modelo fallido para afrontar los problemas de la vejez, u una fuente de lucro capitalista particularmente obscena.”. Afirman rotundamente que “nadie defendería hoy la legitimidad del mercado de esclavos, aunque ésta fue una práctica que duró siglos. Ha llegado la hora de cuestionar la legitimidad de los mercados de medicamentos. La salud de la población mundial no puede ser objeto de lucro.” El shock pandémico ha inmovilizado a las sociedades y aturdido a los individuos. Aprovechándose de esa conmoción, las corporaciones capitalistas y las autoridades políticas que les sirven (con entusiasmo consciente o con ignorante ingenuidad) aceleran las privatización de la vida, la desconexión corporal de los sujetos, la cultura individualista, la mercantilización de la sociedad, la tendencia de ver en el otro una amenaza) ¿qué consecuencias provocará esto?), la cultura del consumo y la ansiedad”. Y termina el libro con una reflexión estremecedora: “Si miramos lo sucedido en las últimas décadas, la conclusión ineludible es que la próxima pandemia que llegará más temprano que tarde ¿Qué haremos entonces? ¿Volveremos a repetir el desastre de 2020?”.

Poco más puedo añadir a este trabajo tan intenso de un libro de 438 páginas y que nos abre los ojos y nos da pautas para el futuro. Lo expuesto y sacado del libro, es sólo un puñado de tierra de una vasta playa. Quedo sin mencionar numerosos interrogantes, estadísticas que los propios autores muestran en gráficos, capítulos con abundante información y reflexión. Un libro que ha sido censurado en algunas plataformas de librerías. Un libro que no se quiere dar publicidad por la realidad que los autores nos muestran. Es por ello, que me he visto en la necesidad de escribir este extenso artículo para mostrar solo unas pinceladas de su contenido y para mostrar a muchas personas que aún a día de hoy, tienen marcado en la frente el miedo que les ha inoculado los medios de comunicación.

 

Tú tienes la palabra y el conocimiento si lo deseas

Cierto es que me tacharan de “un negacionista más”, pero quien piense ello se equivoca y no entienden lo que debe ser la ciencia y la información veraz, no sesgada por informaciones oficialistas sino abierta a un debate público científico que no se ha dado por intereses políticos y capitalistas. El virus existe sí, no hay duda y personalmente creo en un accidente de laboratorio. Pero se ha exagerado esta pandemia y tomado medidas irracionales y abusivas contra la población. No olvidemos en ningún momento que la OMS (Organización Mundial de la Salud) a la que todos los gobiernos han hecho caso en todo momento, es financiada en su mayor parte por las multinacionales farmacéuticas, las mismas que ahora están sacando beneficios millonarios por sus vacunas. Ante esto, que cada cual saque sus propias conclusiones.

Insisto, no conozco a los autores de este gran trabajo, de este libro que nos abre la mente. No tengo contacto con la editorial. Me considero un investigador con mente abierta y este libro tiene la clave principal de lo que ha pasado, con argumentos demostrables. Al leerlo, me he visto en la obligación personal de ponerlo en conocimiento de todos aquellos que de alguna forma siguen mis publicaciones, mis trabajos y denuncias. En una sociedad que se supone vive en democracia, no se puede consentir este ocultamiento de datos y hechos, no pueden censurar a científicos que opinen diferente a lo oficial y mucho menos los medios de comunicación y los tertulianos de los programas de televisión. Se ha cometido un verdadero ataque a la sociedad sin precedentes sembrando el miedo continuado en cada programa, en cada servicio informativo, en cada debate sesgado. Hemos sido testigos de la falta de libertad de información, una práctica habitual de los sistemas dictatoriales.

Lo hemos visto en directo, como día a día se iban cambiando las medidas, como en relación con las vacunas, había numerosos interrogantes, primero tal marca para ciertas edades, después las embarazadas no, ahora que sí, que los jóvenes no hacía falta y ahora que sí. Las dudas son inmensas. Resulta que aunque tengas la dosis completa de vacuna puedes seguir contagiando y contagiándose cuando antes decían que no. Esto demuestra que estamos en un proceso de experimentación masiva humana que viola los derechos humanos y posiblemente tratados internacionales. No estoy en contra de las vacunas que han salvado la vida a miles de personas. Lo que sí estoy en contra es de una vacuna experimental que se ha inoculado a la población saltándose todas las medidas de seguridad al ponerlas a la venta sin saber los riesgos a mediano y largo plazo.

Espero que este artículo haya aclarado algunos interrogantes de lo que está sucediendo con la Covid-19. Mi intención no es otra que la de buscar la verdad científica, la verdad no sólo de unos, sino de todos y después analizar y sacar conclusiones.

Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo