Vacunación

Juan Ramón Laporte: "El pasaporte o certificado Covid carecía de base científica"

La comisión de investigación relativa a la gestión de las vacunas y el plan de vacunación citó a intervenir al Juan Ramón Laporte, Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, Licenciado en Medicina, Profesor de Terapéutica y Farmacología de la Universidad Autónoma de Barcelona, Fundador y ex-director del ICF (Instituto Catalán de Farmacología), Fundador y director del Butlletí Gorc, Fundador de la ISDB (International Society of Drug Bulletines), Experto de la Organización Mundial de la Salud en evaluación de medicamentos, y ex asesor de la Agencia Europea del Medicamento,

Esto fue lo que dijo

Juan Ramón Laporte: "El pasaporte o certificado Covid carecía de base científica"
Juan Ramón Laporte
Juan Ramón Laporte

Muchas gracias, señor Presidente. Señorías, agradezco a esta Comisión su invitación a comparecer para comentar aspectos relativos a la campaña de vacunación contra la Covid 19 en España.

En primer lugar me presentaré. Inicié la farmacovigilancia en España y el Servicio Español de Farmacovigilancia, en los años 80. Fui director del Centro Coordinador del Sistema Español de Farmacovigilancia y miembro de la Comisión Nacional de Farmacovigilancia, hasta la creación de la Agencia Española del Medicamento en 1999. Y desde esta fecha hasta la actualidad he sido experto externo de esta institución y durante un tiempo miembro de su Consejo Asesor. Fui presidente del Comité de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud en 2004. He publicado más de 250 trabajos originales referenciados en bases de datos de revistas con revisión por pares de investigación en Farmacología Clínica, Farmacovigilancia y Farmacoepidemiología, y dirigí el centro colaborador de la organización Mundial de la Salud en Farmacoepidemiología hasta 2017. En la actualidad soy también experto externo de la Agencia Europea del Medicamento en materia de farmacovigilancia y formo parte del Comité Científico del Grupo Gillespie, de la Agencia Francesa del Medicamento y la Alta Autoridad de Salud de Francia. Aparte de seguir como consultor de otras agencias nacionales de medicamentos. No tengo conflictos de intereses relacionados con la industria farmacéutica o los productos sanitarios.

Se me ha convocado a opinar sobre problemas y dificultades que se hayan producido hasta la fecha en el proceso de vacunación y en la aplicación por parte de las administraciones públicas competentes de la estrategia de vacunación frente a la Covid 19 en España y sus posteriores actualizaciones. Y en los últimos días he podido escuchar gran parte de las comparecencias ante esta comisión y he pensado que puedo aportar algunos comentarios sobre tres cuestiones. Quizás no me dé tiempo, de todas ellas. La primera y a la que voy a dedicar más tiempo, la farmacovigilancia de las vacunas y el papel de las agencias reguladoras: la MPS en España y la EMA en la Unión Europea. La segunda, algunos aspectos relacionados con la campaña de vacunación. Y la tercera, unos comentarios si me da tiempo sobre los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas.

Primero Farmacovigilancia, Agencia Española y Agencia Europea.

En materia de farmacovigilancia, los comparecientes en esta Comisión representantes de la Agencia Española han descrito los complejos procedimientos y mecanismos de coordinación que han desarrollado para hacer frente a la epidemia de SarsCov2. Reuniones, coordinación entre diferentes organismos de la Administración, con otros Estados miembros de la Unión Europea y con la Agencia Europea y con las Comunidades Autónomas. Procedimientos, pero escasos resultados, si se exceptúan los relativos a la alta tasa de vacunación alcanzada, que al fin y al cabo no es más que lo que llamamos una variable instrumental, pero no una variable de resultados (el resultado es la prevención de la enfermedad y de la muerte). Análogamente, los informes de farmacovigilancia de la Agencia Española, el último, el último publicado el pasado 26 de enero, informan de más de 55.000 notificaciones recibidas de efectos adversos de las vacunas hasta el 9 de enero de 2022. De estas, 375 tuvieron desenlace mortal y más de 11.000 fueron calificadas como graves. Y cito lo que el sistema español de farmacovigilancia entiende como grave, entendiéndose como tal “cualquier acontecimiento adverso que requiera o prolongue la hospitalización, que dé lugar a una discapacidad significativa o persistente, o a una malformación congénita que ponga en peligro la vida del paciente o que resulte mortal, así como cualquier otra condición que se considere clínicamente significativa”. Repito, más de 11.000 acontecimientos adversos graves después de la vacunación notificados al sistema. La publicación de estos datos puede ser vista como un ejercicio de transparencia, pero la realidad es que, a falta de más detalles, son difícilmente interpretables. Por ejemplo, a pesar de que en esta fecha se estaba iniciando la vacunación infantil y de adolescentes en enero, y de que se citan casi 900 efectos adversos en menores de veinte años, el informe no comenta los casos de este grupo de edad, precisamente el que concita mayores incertidumbres sobre la conveniencia de la vacunación. La transparencia no consiste solamente en subir informes técnicos a la web, que también, sino sobre todo en iluminar, en ayudar a dirigir la mirada y en ayudar a comprender. De lo contrario se siembra el terreno para que proliferen la desconfianza y las suspicacias. Quién sabe si por una intención de esconder la información en una montaña de datos, o quizás porque se entiende equivocadamente que esta comisión no es el foro para debatir cuestiones técnicas, este tipo de datos no han sido presentados ante sus señorías, de modo que la propia Comisión no ha tenido una oportunidad de preguntar sobre el uso que se hace de ellos. Señorías, les quiero comentar algunas cuestiones técnicas que puede entender cualquier ciudadano que creo que les pueden ser útiles. Doce consideraciones me parecen oportunas sobre la farmacovigilancia de las vacunas.

De ahí que la vacunación masiva supuso un experimento global -y esto me parece esencial para entender lo que quiero decirles a partir de ahora- sin precedentes en la historia de la humanidad

La primera. Las primeras vacunas disponibles contra la Covid, como recordarán, en España y las más utilizadas hasta el día de hoy, han sido Comirnaty de Pfizer, de la que se han administrado más de 54 millones de dosis hasta el pasado 9 de enero; Spikevax de Moderna, con 14 millones de dosis. Estas dos vacunas se basan en una nueva tecnología, así como las vacunas tradicionales son gérmenes atenuados o porciones de ellos que estimulan el sistema inmunitario, las vacunas de ARN mensajero introducen un ácido nucleico que da instrucciones a células de la persona vacunada para que fabriquen esta proteína del virus, la llamada spike protein, que a su vez estimulará el sistema inmunitario. Conviene recordar aquí que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define una vacuna como “preparado de antígenos que, administrado a un organismo, provoca en él una respuesta de defensa”. Según esta definición, las llamadas vacunas de Pfizer y Moderna no son verdaderas vacunas, son fármacos basados en una tecnología nunca usada en terapéutica hasta ahora y menos en campañas masivas. De ahí que la vacunación masiva supuso un experimento global -y esto me parece esencial para entender lo que quiero decirles a partir de ahora- sin precedentes en la historia de la humanidad.

Segunda consideración. Los resultados de los primeros ensayos clínicos sobre las vacunas de Pfizer y Moderna, publicados en diciembre de 2020, mostraron valores de eficacia preventiva de noventa por cien o más. Parecían muy convincentes y el mundo comenzó a respirar, nunca mejor dicho, con la perspectiva de las vacunas y a suspirar también por ellas. Pero debíamos ser conscientes de que entrábamos en un experimento preventivo vacunal global por su extensión y por la nueva tecnología que entrañaba.

Tercera idea. Un ensayo clínico de vacunas o de cualquier medicamento da información que es preliminar que debe ser comprobada en la práctica. Esto es la farmacoepidemiología, comprobar lo que ocurre en la práctica, que no es lo mismo que los ensayos clínicos.

Por ejemplo, en el ensayo clínico sobre la vacuna de Pfizer BioNTech con más de 43.000 participantes, sólo cinco de estos 43.000 eran mayores de 85 años y sólo un 4% mayores de 74 años. Un ensayo clínico hecho en poblaciones que no eran las más vulnerables a la enfermedad. Sin embargo, como todos sabemos, la vacunación en España comenzó en los mayores de ochenta años y la primera persona vacunada que ha sido recordada en esta comisión, tenía 96 años cuando recibió la primera dosis. Una persona no representada en los ensayos clínicos sobre las vacunas.

"...en los ensayos clínicos con la vacuna de Pfizer y de Moderna, en el de Pfizer, se registraron 14 muertos en el grupo placebo y 15 en el grupo vacunado."

Cuarta consideración. Los ensayos clínicos de medicamentos y vacunas son diseñados, realizados e interpretados por la compañía promotora. El control de calidad de los datos recogidos también corre a cuenta del promotor y el control de la gestión de datos por las administraciones públicas se basa en inspecciones que son solamente muy ocasionales. Recientemente, el British Medical Journal describió irregularidades en el ensayo de Pfizer, conocidas como el Pfizergate. El fraude. El fraude es habitual a menudo sobre todo en la catalogación y archivo de los acontecimientos adversos. Les contaré ahora un ejemplo que estoy autorizado a contarles. El equipo RxISK como “riesgo” en inglés con una X de prescripción médica, se auto describe como un grupo de expertos médicos de alto nivel de reputación internacional en la detección precoz de efectos adversos de medicamentos y en la mitigación de sus riesgos, farmacovigilancia y atención de pacientes. Fue constituido en 2012 y dirigido por el profesor David Phillips de la Universidad Mark Masters de Canadá, en colaboración con Nick Risk. Decía “Hemos entrevistado y revisado hasta ahora la historia clínica de tres participantes en ensayos clínicos, uno en el de Pfizer-adultos, otro en el de Pfizer-pediatría y uno en el de adultos de Astra Zeneca, que han padecido de efectos adversos graves incapacitantes y que han sido literalmente desaparecidos. Y uso la palabra que me recordó porque una de estas víctimas es argentina, de los informes de estos ensayos. Puedo decir que no es cierto que no se registraran acontecimientos adversos graves en los ensayos clínicos. Ocurrieron, pero no fueron registrados, que es diferente. Comenzamos a tener constancia de que algunos problemas fueron escondidos debajo de la alfombra. Estos casos serán públicos dentro de unas semanas en la web de RXISC con nombres y apellidos de los pacientes y de los médicos que han revisado la historia, no con datos anónimos, para aumentar la credibilidad de los casos

Quinta consideración. En las publicaciones de los ensayos clínicos, entre ellos los de las vacunas de RNA, se ofrecen sólo datos muy generales y de forma agrupada. Además del fraude, también es habitual la presentación tendenciosa de los resultados, por ejemplo, tendenciosidad que consiste en expresar la eficacia en términos relativos y no absolutos. En el ensayo de Pfizer, por ejemplo, se registraron 162 casos de Covid 19 en el grupo placebo comparado con ocho en el grupo vacunado. Lo que supone una diferencia en términos relativos del 95% ocho es un 5% de 160. No obstante, la realidad fue que la incidencia de PCR positiva para Covid, y tan sólo enfermedad clínica sólo PCR positiva había sido de menos de 1% en el grupo placebo comparado con 0,04% en el grupo vacunado una diferencia de menos del 0,9% en términos absolutos, menos de un 1%. O tendenciosidad también consistente en ocultar determinados resultados. En el artículo publicado, por ejemplo, en los ensayos clínicos con la vacuna de Pfizer y de Moderna, en el de Pfizer, se registraron 14 muertos en el grupo placebo y 15 en el grupo vacunado. No me he equivocado. Una muerte más en el grupo vacunado que en el grupo placebo. En el ensayo de Moderna se registró el mismo número de muertes. 14 en cada grupo.

No, señorías. Los ensayos clínicos no han demostrado que las vacunas salven vidas. Quizá se habrá visto en otros estudios una tendencia a disminuir las hospitalizaciones. Pero no hay lo que se llama una evidencia en términos oficiales de esta medicina mercantil que vivimos, de que las vacunas salven vidas. El número de fallecimientos registrados en cada grupo de estos ensayos en los artículos publicados no fue ni tan sólo mencionado en los artículos principales. Si solo se podía encontrar después de revisar decenas de páginas del material suplementario que se cuelga en la web. Señorías, no dispongo del tiempo necesario para aburrirles extendiéndome en otros detalles. Pero les aseguro que los resultados de los ensayos clínicos promovidos por las compañías farmacéuticas deben ser considerados más bien como indicios. Y de ningún modo como lo que llaman “evidencias”. Según, una vez más, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es evidente lo que es cierto, claro, patente y sin la menor duda. Triste ironía que expertos y dirigentes de instituciones sanitarias sigan insistiendo en la palabra evidencias ante una enfermedad nueva y, por tanto, poco conocida, imprevisible en su evolución epidémica y en las secuelas que va a dejar. Las llamadas evidencias sobre las vacunas no tenían nada de cierto, nada de claro y sí muchas patentes de la definición de lo que es evidente.

Sexta consideración. En cualquier caso, con fraude o sin él, con presentación tendenciosa de los resultados o no, los resultados obtenidos en cualquier ensayo clínico deben ser revisados en detalle por expertos en la materia, lo que requiere tiempo, sin duda, pero también, en primer lugar, transparencia.

Y les voy a poner un ejemplo. Pfizer, por ejemplo, anunció que haría pública la totalidad de los resultados de su ensayo clínico principal sobre la vacuna en 2025. ¿Se lo pueden creer? Pues bien, parece que ni esta fecha era cierta. En el pasado mes de enero, a petición de varias organizaciones civiles por la transparencia, un juez federal de Estados Unidos obligó a la FDA y a Pfizer a hacer públicos estos resultados en un lapso de meses, en lugar de los 75 años que pretendía la compañía y que había pactado con Pfizer.

Séptima consideración. Además de todo lo dicho, los resultados de los ensayos clínicos deben ser confirmados por la práctica y esto requiere un muy cuidadoso seguimiento epidemiológico del experimento global de la vacunación contra la Covid 19. De ahí la necesidad de la farmacovigilancia. Yo diría más, de una farmacovigilancia reforzada.

Octava consideración. A pesar de no resultados aparentemente optimistas de los ensayos clínicos sobre las vacunas contra la Covid, ya en enero de 2021, hace 13 meses, teníamos cinco áreas bien identificadas de incertidumbre.

Primero, ¿cuál sería la duración de la eficacia preventiva de la vacuna? Y hemos podido comprobar que al cabo de seis meses de la segunda dosis, la eficacia disminuye en un 20 a 30%. Pero es curioso, en lugar de tomar nota de este hecho como una insuficiencia de las vacunas, los fabricantes acogieron esta noticia con subidas de su cotización en bolsa. Claro, si un producto es ineficaz o parcialmente eficaz, habrá que ir repitiendo dosis si es posible, durante toda la vida. Esto es el sueño de cualquier vendedor de medicamentos para el colesterol, la osteoporosis, o de vendedor de crecepelos. La realidad es que necesitamos mejores vacunas en términos de eficacia protectora, como ha dicho el secretario general de la OMS.

"Y está claro que las vacunas no evitan la transmisión de la enfermedad"

La segunda duda se refería al efecto preventivo de las vacunas sobre las nuevas variantes del virus. La eficacia de las vacunas frente a la cepa Delta fue inferior a su eficacia frente a las de la cepa Alfa, y la experiencia reciente ha mostrado que las vacunas no han funcionado frente a la cepa Ómicron. Y añado, a pesar de los llamamientos a la población a vacunarse cuando llegó la cepa Ómicron. Por ejemplo, los datos oficiales reproducidos por el profesor Luis Carlos Silva, relativos a Cataluña, muestran que entre el 23 de diciembre pasado y el 12 de enero pasado, en plena onda Ómicron, se registraron 37.000 diagnósticos de Covid por PCR en personas vacunadas y 30.000, algo menos, en personas no vacunadas. Esto no quiere decir que los vacunados tuvieran más enfermedad por Ómicron. Lo que quiere decir o lo que se puede interpretar, sin duda, es que la vacuna no protegía contra la enfermedad producida por la cepa Ómicron.

La tercera duda o incertidumbre que existía con las vacunas se refería a si evitarían la transmisión o contagio. Y está claro que las vacunas no evitan la transmisión de la enfermedad, aunque algunos comparecientes lo han dicho con la boca pequeña, no la evitan. De modo que el pasaporte o certificado Covid carecía de base científica y además puede haber contribuido a aumentar el número de casos, puesto que daba una falsa sensación de seguridad a quienes lo tenían.

La cuarta duda se refiere a los efectos adversos. Ustedes recordarán que cuando salió la vacuna de AstraZeneca se habló rápidamente de una señal de farmacovigilancia, de un riesgo de trombosis graves sobre todo en mujeres jóvenes. La señal apareció a finales de enero. El Comité de Seguridad de la Agencia Europea, tan halagado en esta comisión no se reunió hasta principios de marzo y convocó una rueda de prensa el 31 de marzo. Total, para decir que no disponían ni siquiera de cifras de vacunación en los Estados miembros por franjas de edad y sexo y por tanto, no podían calcular la incidencia, si las mujeres tenían más riesgo, las jóvenes más que las más mayores, etc.. Además, la EMA, sabiendo que esto es incorrecto, insistía en la baja incidencia sin distinguir la incidencia real de los acontecimientos de la realmente notificada. Les pongo un ejemplo. Por ejemplo, en relación con las trombosis entre el 1 de enero y el 19 de abril de 2021 en Cataluña se notificaron 53 casos de trombosis. Es mucho. Existía mucha publicidad sobre el problema y esto favorece que se notifiquen estos casos. Pero las bases de datos sanitarias de los centros de salud de Cataluña contenían 540 casos, más de diez veces más que, naturalmente, en su mayoría no habían sido notificados. O también el problema de la miocarditis y la pericarditis. Se nos dijo primero por la EMA que la incidencia podía ser de un caso por millón. De entre uno y diez casos. Después se rebajó la estimación a un caso por 100.000. Después salió un estudio israelí que hablaba de un caso por 10.000 en los adultos jóvenes. Ustedes habrán visto o habrán oído hablar de jugadores de fútbol famosos e incluso de espectadores de espectáculos deportivos que colapsan en mitad del partido. Son personas vacunadas que tienen problemas cardíacos, posiblemente atribuibles a la vacunación. Y de eso no se habla.

La última incertidumbre que teníamos cuando aparecieron las vacunas ha sido ampliamente debatida en esta comisión. Se refiere al acceso a las vacunas a escala global.

"La Agencia Europea de Medicamentos está financiada en más de un 80% con las tasas aportadas por las compañías farmacéuticas"

Quiero decir, quería hacer algunas reflexiones más sobre la farmacovigilancia de las vacunas, además de lo que les he contado. El seguimiento de la seguridad de las vacunas ha puesto de manifiesto las deficiencias de la farmacovigilancia en la Unión Europea. La Agencia Europea, como les he contado, ha reaccionado tarde y de manera paquidérmica e insuficiente ante las señales de efectos indeseados que han ido surgiendo. Y sus vacilaciones no han ayudado a las autoridades de los Estados miembros a orientar la campaña de vacunación según los resultados obtenidos. De hecho, cada país adoptaba una medida diferente en cuanto su política de vacunación han prevalecido los procedimientos y la burocracia por encima de la ciencia, el sentido común y la atención a las incertidumbres inherentes al experimento global emprendido

Décima consideración. No se trata solamente de un incidente o de la ineptitud de algún funcionario. La Agencia Europea de Medicamentos está financiada en más de un 80% con las tasas aportadas por las compañías farmacéuticas. Está concebida legalmente para autorizar la comercialización de medicamentos y vacunas, pero no para interactuar con los sistemas sanitarios de los Estados miembros.

Undécima consideración. La pandemia ha hecho evidente que la legislación europea sobre farmacovigilancia basada en la notificación voluntaria y en planes de gestión de riesgos desarrollados por las propias compañías fabricantes, está más concebida para proteger a estas últimas que para proteger a los ciudadanos.

Y última consideración sobre cuestiones de farmacovigilancia y duodécima. En este contexto, quisiera comentar también el escaso uso que se ha hecho de las bases de datos sanitarias en España para hacer un seguimiento de la vacunación de sus efectos beneficiosos y de sus posibles efectos indeseados en el contexto de la epidemia. Probablemente no se trata sólo de una oportunidad desaprovechada y perdida, sino más bien del reflejo de la falta de voluntad del Sistema Nacional de Salud para ser un verdadero productor de conocimiento y no lo que es actualmente, en mi opinión, un mero receptor pasivo de mensajes de clara intencionalidad comercial. Un comprador ignorante de tecnología que a menudo, a menudo, paga humo a precio de oro. La pandemia también ha puesto en evidencia la existencia de un enorme mercado de exportación de bases de datos sanitarias para estudios epidemiológicos canalizados por la Agencia Europea de manera no democrática, me atrevo a decir, incluso colonialista, en connivencia con centros universitarios adictos a la política de la agencia.

Se me acaba el tiempo, presidente. Tenía algunos comentarios sobre la campaña de vacunación, si se me permite presentarlos cinco minutos después.

Moderador: El otro, la segunda intervención que usted tiene, puede acabar así.

Segundo. Campaña de vacunación

Muchísimas gracias. Muchas gracias. Quería, en segundo lugar, referirme a algunas cuestiones de la campaña de vacunación y en particular a lo ocurrido en las residencias de personas mayores.

La epidemia incidió especialmente en las residencias, sobre todo al principio, y la mortalidad fue 57 veces más alta que en la población. Generó una mortalidad de 9-10% en las residencias comparado con una mortalidad general en la población de menos del 0,11%. Presumimos de sistema sanitario, señorías, pero dejamos a los más vulnerables en manos de la iniciativa privada, que es la que lleva las residencias. ¿Cuáles son los factores de riesgo de morir en una residencia? Sin duda, sin duda, la edad y la pluripatología, pero también la mala atención derivada de malos contratos laborales y una falta de regulación del mundo de las residencias y la polimedicación innecesaria, un reflejo de la mala atención médica. Una amplia variedad de fármacos que ya eran de consumo generalizado antes de la epidemia, incrementan el riesgo de neumonía y la mortalidad por neumonía. De modo que al comienzo de la epidemia era de esperar que también incrementaran la mortalidad por Covid19.

Por ejemplo, hace años que se sabe que los fármacos neurolépticos o antipsicóticos duplican o incluso cuadruplican el riesgo de neumonía y la mortalidad por neumonía. En Cataluña, unas 100.000 personas mayores de setenta años los consumen de manera continuada, en la mayoría de los casos en indicaciones no autorizadas por la Agencia Española del Medicamento. Al inicio de la pandemia de los 64.000 personas en residencias en Cataluña, 22.000 consumían estos fármacos. Muchos otros fármacos que tienen efecto depresor del sistema nervioso central también incrementan el riesgo de neumonía en 2 a 4 veces. Analgésicos opioides como el Tramadol o el Fentanilo, hipnóticos y sedantes como Lorazepam o el conocido Orfidal, antidepresivos como el Prozac y otros parecidos; fármacos con efecto anticolinérgico para la incontinencia urinaria de la gente mayor. Gabapentina en la famosa Lyrica o Pregabalina. Los inhibidores de la bomba de protones, como el Omeprazol, de consumo amplísimo en nuestro país, también incrementan sensiblemente el riesgo de neumonía. Pues bien, en Cataluña 3/4 de los mayores de setenta años consume como mínimo uno de estos fármacos.

El 18 de abril de 2020, a los pocos meses del inicio de la epidemia, envié un informe sobre esta cuestión a la Agencia del Medicamento. La respuesta fue más o menos: “Gracias. Pero qué podemos hacer?” La misma agencia que tiene la función legal de delimitar las indicaciones de cada medicamento comercializado no es capaz de hacer cumplir sus reglas. Repito lo dicho anteriormente cuando hablaba de farmacovigilancia. Procedimientos, muchos procedimientos, pero sin atención a resultados y en desconexión del sistema sanitario.

"España es el miembro de la Unión Europea más permisivo en materia de conflictos de intereses y relaciones opacas de profesionales sanitarios con las compañías farmacéuticas."

En los últimos meses se han publicado numerosos estudios que confirman las previsiones que hice al inicio de la epidemia, en particular un estudio sobre la totalidad de la población de Escocia, en el que se compararon algo más de 4.000 casos de Covid mortales o ingresados en UCI o sea, grave o mortal, con 37.000 casos no graves. Concluyó que un 38%, cuatro de cada diez pacientes, señorías, de los casos graves que ingresan en UCI o que mueren hasta junio de 2020 serían atribuibles a la exposición a estos fármacos. Ustedes dirán “bueno, si los pacientes los necesitaban...” pero no, lo más preocupante, señorías, es que numerosos estudios en nuestro país y en otros han demostrado de manera repetida y contumaz que, como mínimo, un 40% de las personas expuestas a estos medicamentos los reciben sin justificación clínica alguna y fuera de las indicaciones autorizadas por la agencia. Para algunos medicamentos de estos medicamentos, el consumo injustificado puede ser del orden de 80%. Señorías, enfermar o morir por haber tomado un fármaco innecesario es una cruel ironía.

Y termino. El sistema sanitario tiene una responsabilidad evidente en esta cuestión. Este Parlamento aprobó hace unos años la desgravación de los ingresos en especies recibidos para formación por los profesionales sanitarios. Son ingresos que proceden de la industria farmacéutica, que es el principal suministrador directo indirecto de la formación continuada en España. Me pregunto, señorías, qué empresa convencional aceptaría como normal que sus trabajadores reciban regalos y dinero del principal proveedor de materias primas? Varios estudios y análisis comparativos han mostrado que España es el miembro de la Unión Europea más permisivo en materia de conflictos de intereses y relaciones opacas de profesionales sanitarios con las compañías farmacéuticas. Lo mismo ocurre con las sociedades médicas y sus expertos. Y no seré simpático con lo que les voy a decir, pero en este sentido me ha extrañado mucho que ninguno de los comparecientes representantes de corporaciones profesionales hiciera la más mínima alusión a los conflictos de intereses de la mayoría de las sociedades médicas españolas, de los miembros de sus juntas directivas y de sus grupos de trabajo. Y me ha llamado también la atención que ustedes no preguntaran por los conflictos de intereses. Lo dejo de momento aquí. Muchísimas gracias, Señor Presidente. Muchas gracias.

Juan Ramón Laporte: "El pasaporte o certificado Covid carecía de base científica"