Salud

Tres testimonios de 3 mujeres que afrontan el alcoholismo

El Grupo 24 horas Coruña Alcohólicos Anónimos cumple 18 años de trayectoria en la ciudad.

Celebrarán este sábado 24 de septiembre a las 18h su aniversario en la Parroquia de Nuestra Señora de los Rosales, con testimonios y una comida compartida.

Invitan a todas aquellas personas que quieran acompañarles y escuchar su mensaje de vida.

Tres testimonios de 3 mujeres que afrontan el alcoholismo
Alcohólicos anónimos
Alcohólicos anónimos

Todos los años por estas fechas nos damos la oportunidad de hablar con Tim, uno de los responsables de la Asociación, para poder conversar de la celebración de otro año más afrontando esta enfermedad el Alcoholismo.

Este año  tuve la oportunidad de hablar con tres mujeres que han enfrentando esta enfermedad. Tres mujeres con garra, que se han enfrentado a sus fantasmas, que han tenido que sincerarse con ellas mismas de un modo muy sincero y que siguen haciendo frente a todo ello.

Vamos a poder leer sus testimonios.

  • Junquera vive en Cee de 53 años, soy enferma alcohólica, trabajo en una empresa de limpieza
  • Carmen C 56 años, vive en Coruña, soy enferma alcohólica y en este momento no trabajo
  • Le llamamos Antía S. 17 años, estoy estudiando Técnico Administrativo

Testimonios

Junquera, vivo en Cee, tengo 53 años, soy enferma alcohólica y trabajo en una empresa de limpieza.

Todo comenzó después de la muerte de mi hermano. Yo tenía 16 años, estaba en la época de comenzar a salir y veo que la cervecita me alivia, ya que quería olvidarme de la muerte de mi hermano, voy encontrando en el alcohol, que me olvido y me lo paso bien. En casa también comienzan los problemas, mi padre se vuelve arisco, más agresivos en sus palabras, le cuesta mucho afrontar la muerte de mi hermano y mi forma para escapar de todo esto es salir y beber mis cervecitas…

Pasa un tiempo y después de 4 años mi padre muere y en el fondo celebraba su muerte. Yo sigo con el  alcohol para no acordarme ni lo que decía ni hacía, porque en el fondo no me gustaba. El alcohol me daba fuerzas para seguir afrontando la vida.

Me enamoro de un chico que me hace reír, él no me hacía mucho caso pero soy muy cabezota e insisto hasta conseguir lo que quiero y consigo que me haga caso.

En todo este tiempo también descubro las drogas, los porros… y me preocupo de ser muy discreta, ya que no quería que la gente del pueblo ni mi novio, supieran que bebía y que era una borracha.

Me caso y pienso que este chico me podía ayudar a salir de este hoyo.

El matrimonio el primer año fue muy feliz, no hay problemas pero dentro de ti sabes que hay un problema, eso está ahí, sintiéndome una viciosa.

Cuando había problemas, discusiones con mi marido o lo que fuera, el alcohol estaba ahí para refugiarme, iba modificando el tipo de alcohol, cada vez más fuerte, el alcohol no me gusta, lo tomo de un trago, porque lo que me gustaba era la sensación que me daba, la supuesta fuerza para seguir adelante.

No sabía que la enfermedad era progresiva y uno de los pasos es que cuanto más bebes más aguante tienes, los siguientes pasos son más fuertes.

Me pasé al whisky, que era más fuerte y había entendido que no dejaba resaca, que era de lo que yo me quería librar.

Mi hermana también tenía el mismo problema, en casa nos comprábamos primero una botella de whisky a la semana y luego cada día. Mi marido no tenía ni idea, bebíamos a escondidas.

Mi hermana se muere debido al alcohol, ella es la única persona con la que hablaba y que podía confiar. Su muerte fue un gran palo.

Voy a psicólogos, siquiatras, medicada y bebiendo. Las drogas las voy apartando, pero el alcohol siempre esta presente, para celebrar o para afrontar problemas

Los médicos no me dan soluciones, yo busco soluciones para salir del alcohol. La muerte de mi hermana me genera una gran depresión, mirar las muertes de mi familia era una constante, todo me sale mal.

Hacía intentos, solicité plaza en Proyecto Hombre, pero no tuve respuesta.

Una vez que mi hermana ya no está, intento a dejarlo de nuevo, comienzo a no comprar la botella de whisky y voy a los bares que iba cuando era joven, ya que creía que así bebería menos…

Ya físicamente comienzo a mostrar síntomas, se me soltaba el intestino, parecía que tenía Parkinson por los temblores que tenía, perdía memoria, el hígado estaba fastidiado… Estaba trabajando y llegaba borracha al trabajo y llegó un momento que mi jefe habló conmigo y me dice, "no puedes venir así al trabajo, si necesitas ayuda pídela".

Mi hija me insiste en que tengo que buscar un centro para desintoxicarme y por fin lo encuentro, que es una de mis hermanas que me busca el lugar.

Mi desesperación era muy grande, fui a comer con mis hermanas y mi madre porque quería morirme y despedirme de ellas. Es una de mis hermanas que me pregunta ¿si te busco un sitio para desintoxicarte lo haces? Dije, vale. Al día siguiente me llama y me dice que ha encontrado un sitio que puedo entrar ya, y así fue, al día siguiente vengo al Grupo 24 horas de Alcohólicos Anónimos y ya quedé ingresada, me curaron el hígado, me curaron los temblores, el intestino, empecé a engordar, me enseñan a ser de otra manera para que no sufra y no vuelva a beber. Llegó el momento, después de 2 años me dijeron "ya puedes ir a trabajar". Al día siguiente me voy a la empresa y comienzo a trabajar.

Ahora continúo la terapia todos los fines de semana. Tengo que hacerlo porque es una enfermedad incurable y necesito mi terapia para no volver a beber.

Carmen C. 56 años, vivo en Coruña, soy enferma alcohólica y en este momento no trabajo.

Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que tenía un problema con el alcohol. Crecí en un entorno en que estaba muy mal visto que las mujeres bebiéramos, el hombre era normal, la mujer no. En mi familia, una familia trabajadora, normal, yo era la tercera de cuatro hermanos. Era una niña muy callada, me encantaba leer, yo siempre soñaba, estaba con mis sueños, mi madre llegaba muy cansada  de trabajar, eso lo veo hoy,  me decía “niña no molestes”. Mi madre nos protegía mucho, ella era madre soltera y nos tenía muy controladas, yo tenía horario para estar en casa.

Tenía una actividad normal, todo el mundo me conocía en el barrio. Comencé en el instituto. Fue un cambio muy grande, ahí no me conocía nadie, conocí otras amigas, siempre fui tímida porque prefería mi mundo, ya que así me sentía más protegida de los demás. Me encontré con unas niñas muy chics de la zona de Juan Flórez y querían que fuera su amiga, empecé a salir con ellas y salíamos, nos tomábamos los vinos en la zona de los vinos, la típica taza, que por cierto fue lo último que tomé: vino.

En ese momento bebía esporádicamente, lo hacía los fines de semana. Recuerdo la primera resaca gorda, estábamos en una discoteca en navidad  Chaston o Pirámide u otra que estaba en Juan Flórez, me bebí aguardiente de hierbas y no había comido nada. Me puse muy malita, y tenía la presión de que no podía llegar así a casa.

Bueno, llegué a casa y nadie se enteró. No volví a beber bebidas dulces. Bebía whiskys muy cortitos, eso me permitía beber toda la noche y aguantar bien, no me gustaba el alcohol, me gustaba la sensación que me daba.En mi casa yo era la esperanza de la familia, la que iba a estudiar, no me felicitaban por nada, ya que daban por hecho que era lo que tenía que hacer. Comencé a no ir a clase.

A los 20 años me quedé embarazada y mi novio me dejó. En mi casa no me dijeron nada, me apoyaron, ya me dejaban salir. Comencé a trabajar y estudiar. Yo tenía un concepto de mi misma bajito, no me sentía guapa, no era simpática, mis hermanos sí eran simpáticos yo no. Esperaba un hijo que  me dio motivos para vivir, dejé de beber y proyectaba por medio de él algo bonito, hacía planes y proyectos, además era muy simpático. Pero a los 6 años muere de un accidente de coche. Todo se fue a la mierda, fue un enorme palo, no bebí durante casi un año, me resentí mucho con Dios por la muerte de mi hijo.

En esta época tenía 26 años y tenía mucho dinero que me habían dado por la muerte de mi hijo. No hice nada productivo con él, simplemente me lo gasté.

Conocí a mi próxima pareja, bebía igual que yo, por lo tanto no tenía que esconderme, tuvimos 2 hijos, en ese momento dejé de beber, tenía que ser la responsable, si tu pareja está bebida alguien tiene que estar sobrio para atender a los niños.

Cuando fueron creciendo comencé a beber cervezas que eso no me generaba problemas. Cuando los niños ya iban mayores, comenzamos a llevar cervezas a casa, era algo normal, era una familia perfecta, con todas las necesidades cubiertas y nos tomábamos unas cervezas, pero las cervezas fueron en aumentando y ocupando mucho espacio en la cocina.

Todo se fue desgastando, la rutina no me gustaba, no me gustaba ser ama de casa, mis sueños no se cumplían, no tenía ilusión. Al beber me daba el impulso para ser una buena madre, una buena esposa.

Viene la enfermedad de mi madre y también de mi padre. Se pusieron enfermos y los cuidé, me sentí muy sola, muy sola, la enfermedad que tenían era alzheimer y fue muy doloroso. Ahí ya bebía en casa de mis padres, que jamás lo hice. Se mueren mis padres, mi pareja se largó sin decir nada, me quedé llena de deudas, me fue imposible salir de ahí, esa máscara que tantos años me acompañó, desapareció, no entendía como podía ser, siempre buscaba respuestas y encontraba salidas, pero ya no las encontraba.

Me encontré bebiendo vino del malo, comprando a distintas horas en distintos supermercados. Yo tenía que tirar en el día, ya que estaban los niños y tenía que atenderlos. Llegó un momento que me sentía culpable, me sentía fatal, me encerraba en mi habitación y bebía hasta perder el conocimiento, eso buscaba: perder el conocimiento hasta el día siguiente. Ya me despertaba bebiendo y me dormía bebiendo. Comenzaron los problemas físicos, adelgacé 30 kilos, no comía….

Bebía para vivir y vivía para beber, algo que reprochaba siempre a todos los borrachos, era en quien me convertí yo.

Pedí ayuda, en asuntos sociales… y vi ese mundo que me asustó, no quería terminar así. Comencé a levantarme por la mañana con temblores, necesitaba salir a la calle para funcionar, y me empecé a preguntar ¿cómo has llegado a esto?

Las discusiones con los niños eran permanentes. Una mañana cogí un cartón de vino y me senté en un banco del barrio para que todos me vieran, a ver si así con un golpe de realidad podía reaccionar.

Tenía un documento de Asuntos Sociales que no había ni leído, lo tenía en el bolso. Ese día era un domingo, miré el bolso y encontré el documento, ponía LLÁMANOS, solo quería oír una voz y que me escucharan. Sentía que nadie me escuchaba.

No me escucharon, me dijeron "vente". Era el Grupo de 24 horas y fui al día  siguiente.

Yo esperaba que entendieran por qué bebía, ante tantos problemas que tenía, pero nunca me dieron la razón. Me dijeron que era una enfermedad mental, que era incurable. Me di cuenta de que tengo un problema y que no tiene justificación, tengo un problema. 

Llevo 4 años aquí. A día de hoy mi vida a mejorado, la relación con mis hijos ha mejorado mucho, ha sido un proceso de reconocimiento y de comprensión.

Le llamaremos Antía S. Tengo 17 años, estoy estudiando Técnico Administrativo

Comencé a beber a los 15 años, no tuve una infancia muy feliz ni una adolescencia. Yo no estaba muy delgada y me hicieron acoso escolar, me miraban como la rara de clase, no era muy lista, gordita, me costaba un montón estudiar. 

Mi abuelo era mi amigo y abuelo a la vez, mis padres no estaban muy presentes. Me sentía sola y acomplejada.

Cuando murió mi abuelo, en los siguientes años, entré en un pozo, comencé a autolesionarme y no quería salir de casa, tenía 12 años, pero no era la niña de 12 años con ganas de jugar. No tenía a nadie, estaba sola en casa. Cada año me sentía peor, me evadía a mi manera, nadie me entendía ni mis padres tampoco.

Me hicieron acoso escolar durante 11 años, mis padres no le daban importancia, pensaban que era cosa de niños y que se pasaría, pero no se pasaba, mi abuelo era el que intentaba hacer algo para cambiar eso. Faltaba  mi abuelo, cada vez estaba más deprimida. 

 El instituto fue otro momento difícil, todo seguía igual, intentaba estudiar pero no podía, pensaba que eso no era para mí, pensaba que era muy tonta, comencé a dejar los estudios. Antes de la pandemia, empecé a hacer mucho ejercicio, iba a nadar, hacer ejercicio en casa, ese era mi tarea para adelgazar, comía poquísimo, pensaba que era el modo de que me aceptaran y me quisieran.

Adelgacé muchísimo, tanto que me tuvieron que ingresar en el hospital  a punto de morirme. Comencé a comer, me costaba mucho coger peso. Fui a un psicólogo le conté todo lo que llevaba dentro de mí. Poco a poco fui recuperando peso, mis padres en ese momento estuvieron ahí y me apoyaron en eso, ya no podían ocultar más, era muy evidente que había un problema.

Conozco a una persona de la que me enamoro, fue una relación bastante tóxica y nos dejamos.

Después de esto un día en casa, voy a la nevera y veo crema de orujo y tomo un sorbo y no me gustaba, pero pasaron unos momentos y repetí con un chupito, estaba medicándome y lo mezclaba con el alcohol, note que eso me tranquilizaba, ya me sentía bien. Iba pasando el tiempo y seguía bebiendo, pasé del chupito al vaso. Me daba fuerza, para hacer cualquier cosa incluso para bailar.

Solía beber en casa y cuando salía me desmadraba, no tengo muchos recuerdos de esos meses, pero recuerdo que cuando salía y me desmadraba siempre terminaba en el hospital con una vía en el brazo.

Después de bastante tiempo, con otra pareja que sí me ayudaba, me  ponía metas que yo prometía pero no cumplía y un día lo dejamos. Me quedo sola, ya no tengo a qué agarrarme. Un día en mi instituto fueron a dar una charla este grupo de 24 horas de alcohólicos anónimos, llamé y vine. La primera vez me trajo una amiga, pero estuve muy poco tiempo, y la segunda ya me quedé, llevo 4 meses aquí. Quiero resolver el problema de raíz

¿Como miráis el futuro?

Antía.- Quiero tener una buena vida, arreglar el problema de raíz.

Carmen.- Esto es incurable, necesito que me recuerden que es incurable. Mis compañeros me ayudan a no necesitar beber para llevar el día a día y vivir tranquila. Me empuja la vida, vivir para mí, para que mi vida sea útil.

Junquera.- Me gusta vivir. Qué importa, me gusta el sol, me gusta mi casa, me gusta vivir. He recuperado mis hijos, mi marido, mi casa. Me gusta vivir.

Tres testimonios de 3 mujeres que afrontan el alcoholismo