Diario de una confinada

Escribo este pequeño artículo de opinión después de la cuarentena que he tenido que hacer por ser positivo en COVID-19. Durante esos días se me ha venido a la mente un pensamiento bastante recurrente: ¡Qué suerte he tenido y benditas vacunas!

Vacuna COVID
Vacuna COVID

El día de Reyes, el 6 de enero, mi prueba PCR dio positivo después de haber tenido contacto estrecho con otra persona contagiada. Por suerte, apenas tuve síntomas, más allá de la clásica ya congestión nasal, y, eso sí, un inusual dolor de estómago que me duró algo más que la propia cuarentena.

Otras personas de mi alrededor que también dieron positivo no tuvieron la misma suerte, manifestaban síntomas más duros y más complicados que arrastran todavía a día de hoy: falta de aire, fatiga crónica, dolor de cabeza constante… 

Es por ello que no pude evitar pensar que menos mal que tenemos las dos primeras dosis de la vacuna puestas, ya que, de no ser así, seguramente los síntomas de mis conocidos/as hubieran ido mucho peor y, quién sabe, si no tendrían que haber ido al hospital, y yo me habría encontrado de una manera muy diferente.

Es por eso que me gustaría reflexionar sobre la importancia de vacunarse y lo bien que nos hace en caso de contagiarnos. Porque, señoras y señores, no estamos exentos de coger la enfermedad, ni mucho menos, pero sí tenemos en nuestras manos el poder de minimizarla lo máximo posible (dependiendo de las características de cada uno, claro).

Al contrario de lo que se pueda pensar, creo que se empieza a ver la luz al final del túnel.

¡VACUNAR, VACUNAR Y VACUNAR!