Ferpe Joyeros celebra su 50 aniversario

“Empezamos con un bajo de apenas 14 metros cuadrados”

Ferpe Joyeros cumple 50 años. Con ese motivo decidimos hablar con Ramón y José (entre ellos se llaman Moncho y Pepe) sobre los comienzos. Pocos negocios consiguen hoy pasar su titularidad a la siguiente generación, pero Ferpe Joyeros lo ha conseguido.

“Empezamos con un bajo de apenas 14 metros cuadrados”
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De izquierda a derecha: Alberto, Moncho, Alicia, José, Juan Cristóbal y Ramón

Hablamos con Ramón y Pepe, los fundadores de Ferpe Joyeros, hace 50 años.

Como la joyería siempre está con clientes, nos vamos a la cafetería de al lado, para hablar sentados y con tranquilidad. Nos acompaña Alicia, mujer de Pepe.

Nos conocimos de aprendices en la Joyería Portela, en la calle Alameda, con 19 años. Éramos los más bajitos del taller -ríe Pepe, que en dos minutos ya se ha ganado mi simpatía y domina la conversación. Abrimos un bajo pequeñito, de apenas 14 metros cuadrados ¡y menos de dos metros de altura! Lo abrimos aquí en la Avenida de Los Mallos y me casé con esta señora (mira a Alicia, sentada junto a él, que sonríe) que vivía aquí abajo.

Trajimos una cajita con lo que nos dio el antiguo jefe. No teníamos escaparate: ventanita y puerta y un mostrador de un metro que hizo Ramón. Al principio era joyería platería y reparación y luego también relojería con un operario que nos trabajó.

La Avenida de Los Mallos lindaba con chabolas de personas que venían de Portugal, Carballo y gitanos. Ya estaban en el barrio las joyerías San Marcos y Gómez Miguel. Desde el principio siempre tuvimos trabajo, incluso hacíamos trabajo para joyerías del centro. Luego llegaron los hijos, que empezaron con 14 años, trabajaban y estudiaban. Primero el mayor, Alberto, y Moncho (hijo de Ramón) y más tarde vino el pequeño (Juan Cristóbal) que antes estuvo trabajando en Federico Tapia y luego vino junto a nosotros. Y hasta hoy.

Ramón se jubiló, yo aguanté hasta los 70 años. En cuanto nuestros hijos se hicieron cargo del negocio cambiaron al local más amplio en el que trabajan hoy. Ahora lo piensas y ¿cómo pudimos estar tanto tiempo en el otro local tan pequeño?... Son los niños más buenos que puede haber -interviene Alicia. Se llevan muy bien y forman muy buen equipo: Alberto es muy bueno en el mostrador y Moncho y Juan Cristóbal en el taller. 

¿Ha cambiado mucho la profesión? les pregunto. Hay cosas que antes se hacían más artesanalmente que hoy; por ejemplo ahora se puede replicar una pieza por microfusión, mientras que antes todo era manual, también por eso las joyas antiguas tienen tanto valor. Antes, con el candibón, soplete con petróleo... soplabas y hacías bandejas, las cubiertas martillando un lingotito sobre un yunque. Y no puede quedar rastro de los martillazos, claro. Para un engastador es muy peligroso equivocarse, por ejemplo cuando al poner un diamante en un anillo, si rayas el diamante, pierdes mucho dinero...

Ya nos vamos teniendo que ir para hacer la foto con los actuales dueños de la joyería y en la calle, Alicia recuerda con una sonrisa: como los clientes no cabían en el local, a veces se formaba una pequeña cola en la calle... ¡parecía que estaba pasando algo!

“Empezamos con un bajo de apenas 14 metros cuadrados”