Os presento a Doña Envidia

Me diréis que no necesita presentación, todos la conocemos, unos como fieles “contagiados”, y otros como sufridores. Y digo “contagiados” pues pienso, sinceramente, que es toda una enfermedad, y tal vez una pandemia, que destruye la felicidad y la paz de espíritu.
Envidia
Envidia

El daño que hace esta “señora” es asombroso, pues está fuera de toda lógica, en personas dotadas de inteligencia, sufrir ante el bien de nuestros semejantes, sólo nos sucede a los humanos. ¿Alguno ha visto sufrir por celos a un animal?  Como mucho, observamos que desean la caricia o el bocado del compañero, pero eso no son celos, es justicia distributiva. 

Nuestra especie cuando tiene este virus, sufre terriblemente ante la felicidad ajena, y odia y miente, pero sobre todo, su personalidad cambia, se hace agria, pierde la alegría.

Todos conocemos a quien padece este virus y algunos sufrimos sus consecuencias (como envidiosos o como envidiados) 

¿Nos damos cuenta de la enorme estupidez que tanto unos como otros estamos haciendo?

¿Qué hacer? os preguntareis. Desterrar la maledicencia, que es: por un lado, el arma de la envidia, y por otro, el bálsamo que tranquiliza al enfermo envidioso.

Estamos en un mundo difícil, con cantidad de problemas muy serios, tratemos de ser positivos alegrémonos del bien común y trabajemos por la felicidad.

En estos últimos 60 años trabajando con muchísima gente el mayor sufrimiento inútil ha sido la cantidad de barbaridades que estos enfermos han esparcido por doquier. Digo inútil pues ni ellos, ni yo, nada hemos ganado.