Fentanilo: 50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina

También conocida como la droga zombie, el fentanilo causa estragos allá donde su uso se escapa del contexto clínico. Una fuga que ya ha llegado a España.

Fentanilo: 50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina
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Fentanilo

El fentanilo es un opioide que se utiliza como potente analgésico en los ámbitos sanitarios. Fue sintetizado en 1960 por Paul Janssen. 8 años después fue aprobado como medicamento en los Estados Unidos. Desde entonces, su uso clínico ha sido muy destacado. Forma parte de las anestesias y se utiliza para reducir el dolor en pacientes con enfermedades que presentan altos niveles de sufrimiento. El fentanilo, sin embargo, es también una droga potencialmente mortal y con un alto riesgo adictivo. Sobre todo cuando su uso no está controlado por ningún especialista médico y más todavía cuando se utiliza como droga recreativa. Se habla mucho sobre él, protagoniza titulares a lo largo y ancho del mundo y no es para menos. Allá donde el fentanilo se escapa de los entornos controlados, se convierte en un drama y una tragedia. Por eso, resulta esencial para prevenir problemáticas, conocer en profundidad de qué hablamos cuando hablamos de esta sustancia

¿Qué es el fentanilo?

El fentanilo es un opioide. Una clasificación que no es cualquier cosa. Es importante conocer qué significa este nombre. El opio es el jugo de las semillas de la amapola. Este, contiene unas sustancias que se llaman alcaloides opiáceos. La morfina, por ejemplo, es uno de ellos y fue sintetizada en el siglo XIX. A partir de ella se han ido generando otra serie de compuestos derivados. Otros opiáceos conocidos aunque no tanto como la morfina, son la codeína o la moscapina, por ejemplo. Estas sustancias tienen un efecto analgésico y relajante. Es decir, anulan el dolor y la ansiedad.

Los opioides, por su parte, no son exactamente lo mismo. De hecho, pueden llegar a ser muy distintos en su composición química. En pocas palabras, son las sustancias cuyos efectos son análogos a los de la morfina, aunque su composición no se parezca. Las endorfinas, sin ir más lejos, son opioides endógenos, que produce nuestro propio cuerpo. Los exógenos podemos dividirlos en dos grandes grupos: semisintéticos y sintéticos. Entre los primeros encontramos a la heroína o la oxicodona. Entre lo segundos, la metadona o el fentanilo.

Es decir, el fentanilo es una droga sintética, cuyos efectos son análogos a los de la morfina, pero multiplicados por 100.

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¿Cómo funciona el fentanilo?

El fentanilo, al igual que otros opiáceos y opioides exógenos, actúa sobre el sistema nervioso central, tanto en el encéfalo como en la médula espinal. En nuestro sistema nervioso las protagonistas son las neuronas que se conectan y se comunican entre sí mediante unas moléculas químicas que se llaman neurotransmisores: la serotonina, la dopamina, la adrenalina… Para llevar a cabo esa comunicación, las neuronas tienen unas estructuras llamadas receptores, a las que se unen los neurotransmisores para enviar esa señal. Los opioides endógenos, esos que produce nuestro cuerpo de forma natural, actúan en esa conexión de muchas maneras: aliviando el dolor, generando relajación, gratificando al cerebro… Resulta obvio entonces que un opioide exógeno, como el fentanilo, lo que hace es replicar de forma artificial ese funcionamiento de sustancias como las endorfinas. Es decir, los opioides engañan al cerebro modificando la percepción que uno tiene sobre su propio organismo y sobre el entorno.

Sin embargo, el equilibrio de nuestro cerebro y de sus neurotransmisores es vital para nuestro organismo. Aunque las consecuencias a corto plazo del uso del fentanilo sean la anulación del dolor, la modificación del estado de ánimo, la relajación e incluso la euforia; a largo plazo esta clase de sustancias son muy peligrosas

¿Cuáles son los riesgos del uso de fentanilo?

Los opioides en general tienen una demostrada capacidad de generar adicción. Las sensaciones que provocan crean dependencia entre las personas, que siempre van buscando de nuevo esa experiencia. El fentanilo, siendo una droga mucho más potente que la heroína o la morfina, tiene también esta capacidad multiplicada. Además posee un alto grado de tolerancia. Es decir, el organismo pide cada vez más cantidad para encontrar los mismos beneficios. El mal uso de esta clase de drogas, su abuso, conlleva consecuencias terribles en el ser humano.

La intoxicación por fentanilo puede llegar de tres formas: consumirla en dosis excesivas, mezclarla con otras sustancias o consumirlo de una forma diferente a la prescrita por un facultativo. Las consecuencias van desde el estado mental alterado en forma de delirios, pérdida de la lucidez mental, somnolencia extrema, náuseas y vómitos… y hasta los problemas respiratorios que podrían culminar con la muerte por hipoxia. En otras palabras, por dejar de respirar.

El tronco cerebral es el encargado de controlar la función respiratoria y también tiene esos receptores de los que hablábamos anteriormente. El fentanilo inunda esos receptores de opioides hasta que la persona deje de respirar, incluso estando todavía consciente. Tal y como reveló un estudio del Hospital General de Massachusetts, afiliado a la Universidad de Harvard; la droga puede provocar la hipoxia incluso antes de perder la consciencia o antes de sentir ninguna clase de cambio. De hecho, los investigadores confirmaron que el fentanilo comienza a provocar deterioro en la respiración, cuatro minutos antes de que haya cambios en el estado de alerta.

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Epidemia en Estados Unidos

Epidemia en Estados Unidos

Es imposible entender la trágica situación por la que está pasando Estados Unidos a causa del fentanilo sin conocer la historia del país con los analgésicos análogos a la morfina. Este contexto explica no sólo cómo se ha llegado hasta la situación actual con más de 200 muertes diarias; sino también las diferencias que existen entre aquella realidad y la nuestra en España. Imágenes como las del barrio de Kensington en Filadelfia, que han dado la vuelta al mundo estremeciéndonos a todos, tienen un origen que se retrotrae a la década de los noventa, más concretamente a partir de su segunda mitad.

Para aquel entonces, empresas farmacéuticas como Púrdue Pharma, comenzaron una agresiva campaña de marketing alrededor de unas pastillas llamadas OxyContin. Había comenzado el furor de los opioides. Con la complicidad de médicos y farmacias, instauraron los mensajes acerca de que eran fármacos milagrosos que no generaban adicción y desterraban para siempre al dolor de la vida. Así se llenaron los cajones y los botiquines de las casas estadounidenses de unas sustancias que marcarían su historia de forma trágica. 

Cuando las primeras catastróficas consecuencias comenzaron a dejarse ver ya era demasiado tarde. Los afectados denunciaron a las farmacéuticas y muchas de ellas quebraron ante el aluvión de indemnizaciones a las que tuvieron que hacer frente. Decayó la oferta, pero los adictos no desaparecieron, así que salieron a la calle a hacerse con heroína. Esta era más barata y sus efectos más potentes. También era más peligrosa, pero la locura se había desatado.

Sam Quinones, periodista especializado en la crisis de los opiáceos, relata en sus obras cómo el fentanilo llegó a las calles de Estados Unidos. Lo hizo de la mano de Ricardo Valdez Torres en el año 2006. Este químico, apodado El Cerebro, formaba parte del Cártel de Sinaloa y convenció al Chapo Guzmán de que había que dejar de producir efedrina y apostar por el fentanilo. El Cerebro se puso manos a la obra, pero solo le dio tiempo a hacer llegar 10 kilos a Estados Unidos antes de ser detenido en México y de que la policía desmantelase su laboratorio.

El siguiente intento de los traficantes por introducir el fentanilo en EE.UU. Llegó en 2014. En esa ocasión tuvieron éxito y esa oleada es la que llega a nuestros días y que, en la actualidad, se cobra más de 100.000 vidas al año, más de 200 al día y más de 2.000 a la semana. Esta crisis ha batido todos los récords de muertes por sobredosis en la historia de Estados Unidos. En el país en 80%, 3 de cada 4 muertes por sobredosis se deben al fentanilo, aunque habitualmente aparece mezclado con otras drogas, sobre todo cocaína y  alcohol. 

En 2022 la DEA, la administración de control de drogas, requisó 379 millones de dosis de fentanilo. Una cantidad que, como señaló Anne Milgram, directora del organismo; es suficiente para acabar con la vida de toda la población del país. Además, el número de dosis incautadas duplicaba el de 2021. Una tendencia que no ha dejado de aumentar hasta el punto de  que este pasado septiembre, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos declaró al fentanilo como la que será la mayor amenaza del 2024, por delante del terrorismo. Así fue recogido en la Evaluación de Amenazas Nacionales de 2024, el informe donde se detallan estos peligros. No es en vano, pues esta droga es la primera causa de muerte en el país entre las personas de 18 a 49 años.

Entre otras medidas en el ámbito nacional, el gobierno estadounidense ha impulsado la formación de una coalición internacional para la lucha contra el fentanilo. La primera reunión de esta alianza tuvo lugar en julio de este año y estuvo presidida por Antoni Blinken, Secretario de Estado de EE.UU. En ella participaron 97 países, incluido México. También se dieron ausencias importantes, como la de China.

La ruta del fentanilo

Esa presencia y esa ausencia, las de México y China respectivamente, no son poca cosa si atendemos a la ruta que sigue la producción de fentanilo que llega a Estados Unidos y cada vez a más países. China y México son los dos claros protagonistas a este respecto.

Tal y como relata Sam Quinones en sus trabajos, la metanfetamina fue la que allanó el terreno para el fentanilo. Con ella, los cárteles mexicanos abrazaron las drogas sintéticas y comenzaron a abandonar el tráfico de las naturales o semisintéticas. Después de aquel primer intento protagonizado por El Cerebro en 2006, los narcotraficantes continuaron buscando la manera óptima de conseguir la deseada droga.

Fue a partir de 2014 que consiguieron establecer una forma de hacerse con el fentanilo. Los productores estaban muy lejos: empresas de China vendían directamente la droga a los cárteles. Se mantuvo así hasta 2019, cuando Pekín prohibió esta venta. Sin embargo, las empresas químicas chinas no estaban dispuestas a abandonar el negocio, así que comenzaron a vender los precursores del compuesto a los narcotraficantes. A partir de entonces, los cárteles mexicanos, concretamente el de Sinaloa y con menos importancia el de Jalisco Nueva Generación, se convirtieron en los mayores productores y distribuidores de fentanilo.

Miguel Ángel Vega, periodista de investigación especializado en estos temas y testigo de la acción de los cárteles en sus laboratorios clandestinos, explica la preferencia de estos grupos por el fentanilo. Se trata de una droga muy rentable pues los traficantes consiguen producir el kilo de fentanilo a un precio de alrededor de 2.000 dólares. En su mercado final, la costa este de Estados Unidos, este mismo kilo se vende a aproximadamente 50.000 dólares. Además, habitualmente el producto no es puro, sino que está cortado con otras sustancias, que llegan a convertir este kilo en 10. Aun no llegando a la costa este el margen de beneficios es enorme: en Tijuana rondaría los 7.000 y en la costa oeste alcanzaría los 15.000 dólares. Pero no solo es que sea especialmente barata y por lo tanto muy rentable, el fentanilo además tiene un poder de generar adictos mucho mayor a otras drogas utilizadas, por lo que, popularizándolo, se aseguran un mercado siempre en alza; aunque este sea extremadamente peligroso.

El fentanilo se vende en la calle en forma de polvo o de falsas pastillas. Las más conocidas, de hecho su nombre se ha popularizado, son las M-30. Se conocen así por su similitud con las pastillas de 30 miligramos del fármaco genérico de oxicodona. Aunque también se han identificado con otras nomenclaturas como K9 y V48. La DEA en diversos informes públicos dirigidos a la población general y a los padres y cuidadores advirtió que sus pruebas de laboratorio realizadas sobre las dosis incautadas, revelaban que 6 de cada 10 pastillas falsas contenían dosis potencialmente mortales de fentanilo. En este señalaban también que 2 miligramos de fentanilo ya podrían tener un resultado letal. Además, avisaban de que estas pastillas simulaban ser medicamentos como el OxyContin, Xanax, Adderall entre otros.

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Fentanilo en España

Fentanilo en España 

Sobra decir que la situación de partida de Estados Unidos y España o Europa es bien distinta. En el European Drug Report 2023 se detallaba que en 2021 habían fallecido en los países de la unión 6.166 personas por sobredosis y solo 140 estaban asociadas al fentanilo.

Las autoridades sanitarias de nuestro país despliegan un férreo control sobre la prescripción de opioides y más cuando se trata de sustancias tan potentes como el fentanilo. Además de estar presente en las anestesias, este fármaco se utiliza en España para tratar dolores severos y crónicos. Pacientes oncológicos, por ejemplo, en los casos de cánceres especialmente dolorosos pueden ser usuarios de fentanilo. Los médicos señalan que, aunque se utiliza en circunstancias como estas, nunca es la primera opción. Además cuando hablamos de esta clase de fármacos tan potencialmente peligrosos, no sirve con una simple receta médica. Se necesita también un visado de inspección emitido por un especialista en farmacia hospitalaria. Por si fuera poco, el control no es solo sobre quien recibe la prescripción: los jefes de servicio de los centros médicos reciben un informe semanal donde se detallan las recetas de cada facultativo para revisar que no exista nada fuera de lo común. Concretando todavía más, en España el fentanilo de absorción lenta se prescribe a pacientes con severos niveles de dolor. El de absorción rápida, por el alto riesgo de provocar adicción, sólo está autorizado para ciertos pacientes oncológicos que presentan dolor irruptivo.

Pese a todo, ya en 2018 la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) señaló el incremento de uso de medicamentos con fentanilo y advirtió del riesgo de adicción para los pacientes. Una tendencia que confirmó la Encuesta de alcohol y drogas en España (EDADES). Según sus últimos datos de 2022, el uso de opioides ha crecido en 1,33 puntos con respecto a 2018. En su último informe reflejaba que el 15,8% de las personas entre 15 y 65 años han consumido opioides alguna vez con o sin receta. Los más comunes son el tramadol y la codeína, pero el fentanilo ha ido creciendo. De hecho, entre los consumidores de opioides la tendencia es llamativa pues ha pasado del 1,9% en 2018 al 14% en 2022. Esto implica que un 2,2% de la población total de personas entre 15 y 65 años ha consumido fentanilo alguna vez. En otras palabras: 8 veces más. En 2018 eran unas 84.000 personas frente a las 695.000 en 2022.

El Informe de la Junta Internacional de Estupefacientes de la ONU arrojó más cifras sobre el asunto. En él se detallaban datos recogidos en el año 2021. Año en el que España se situó como el tercer país del mundo en consumo de fentanilo, solo detrás de Estados Unidos y Alemania. En nuestro país se consumieron 124,6 kilogramos. Un 11,8% del total mundial.

La situación estadounidense y la española difieren sustancialmente, resulta una evidencia. Sin embargo, pensar que nuestro sistema es infalible o que estamos lejos de todo riesgo con respecto al fentanilo es una ingenuidad que se puede pagar cara. Sin ir más lejos, el pasado 11 de octubre conocíamos una noticia sorprendente: La jefatura superior de la policía Nacional de La Rioja informaba de que había sido detenida una mujer de 38 años en Logroño por haber falsificado 178 recetas médicas para hacerse con un total de 10.000 pastillas de fentanilo, concretamente un medicamento llamado ACTIQ200.

Igual de ingenuo sería pensar que la problemática del fentanilo se reduce con un mayor o menor control que de él se tiene en los entornos médicos. Los narcotraficantes no entienden de recetas, visados o seguridad. Los narcotraficantes, eso sí, entienden sobre rentabilidad y beneficios. Por eso, aunque atendiendo a los datos no hay motivo de alarma en nuestro país, la responsabilidad nos obliga a hacernos conscientes de todo lo que rodea a esta peligrosa droga que ya está en nuestras calles.

El fentanilo no entra en los mercados ilegales a cara descubierta. Lo que los investigadores han ido comprobando durante estos años, es que habitualmente los compradores no saben que están consumiendo esta sustancia. Se mezcla con otras drogas por su alto potencial adictivo, hasta que ya es demasiado tarde y los drogodependientes necesitan más y más fentanilo. Así sucedió en EE.UU.

Un ejemplo de esta práctica se encuentra en dos estudios publicados en 2022 por el Hospital del Mar y el Hospital Germans Trias y Pujol de Cataluña. En estas pruebas, realizadas a toxicómanos entre el año 2019 y 2020, los investigadores encontraron fentanilo hasta en un 8,6% de las muestras para el primer caso y en 4,4% para el segundo. Lo más llamativo de sendos estudios es que la mayoría de personas a las que se les encontró la sustancia, no eran conscientes de haberla consumido. Así es como los narcotraficantes generan adictos, con una introducción progresiva al consumo.

El fentanilo en España y Europa está teniendo una llegada discreta y modesta, pero cada vez son más las señales de alerta. Apenas hace una semana, el 24 de octubre, se difundía públicamente un tríptico que la Unidad Técnica de la Policía Judicial de la Guardia Civil había elaborado para sus agentes con recomendaciones básicas a la hora de manipular posibles futuros alijos de fentanilo que se pudieran incautar. La alerta al respecto de los riesgos que el fentanilo conlleva, obliga a que sea tratado de manera especial y a que los agentes reciban una información específica al respecto. Así se confirmaba que la Guardia Civil ya se prepara para la llegada hipotética de la droga a nuestro país.

Los datos llaman a la calma, las autoridades y los expertos también. Entidades como Proyecto Hombre han declarado en numerosas ocasiones que nuestra realidad está muy lejos de la de Estados Unidos y que, al menos por el momento, no hay motivos suficientes para pensar en una situación dramática. Las drogas más comunes en nuestro país siguen siendo la cocaína y el cannabis. La Directora General de Proyecto Hombre Madrid, Mercedes Rodríguez, declaró para 20 Minutos el pasado agosto que solo habían tenido 7 casos de demanda de tratamiento por fentanilo en el último año. Aunque admitió que hace 5 no tenían ninguno y que las personas que se acercan a la entidad suelen hacerlo cuando ya han tocado fondo, años después de empezar a consumir.

El fentanilo, en definitiva, es un riesgo, pero un riesgo útil. Su uso con éxito en tratamientos médicos está someramente demostrado. Ayuda a quienes ningún otro fármaco logra calmar el dolor y mejora, por lo tanto, su calidad de vida. Fuera de los entornos médicos, sin embargo, provoca estremecimiento. Su rentabilidad, las ventajas que ofrece para los grupos organizados que se lucran del comercio ilegal de estupefacientes, lo convierte en un negocio preferente. Ante esto la sociedad debe ser informada. El conocimiento pormenorizado de estas sustancias, sus riesgos y consecuencias, forma parte de la prevención necesaria para no tener que lamentar después las muertes.

Fentanilo: 50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina